Melancolía es una palabra
que durante 9 días, y contra todo pronóstico, no describe a Donosti, petit
Paris, Ñoñoland autoconsciente, ciudad trilingüe, y provisional centro
neurálgico de la cinefilia mundial tras recoger el (aún resacoso) testigo de
Venecia.
Dos meses y medio de otoñoso
verano parecen querer compensar su racanería con un sol deslumbrante. Y
luminosa a San Sebastián casi no se la reconoce, parece engalanada, como los
carteles de cine que decoran sus calles o los muy cinéfilos adornos de los
escaparates. Su banda sonora natural ya no es un tema de Family, sino una jubilosa
canción napolitana. Sus habitantes y visitantes, ese extraño híbrido más o
menos bien avenido, se echan a las calles, curiosean, remolonean, se dejan
llevar. Y es que hay una energía distinta que se percibe en todas las calles y
rincones de la ciudad:
huele
a cine.
Para los más cinéfilos, tras
sacrificar una parte considerable de su sueldo en entradas, cualquier aperitivo,
ración o, directamente, atracón cinematográfico, resulta insuficiente, mientras
que los acreditados, ese privilegiado clan odiado y respetado, a partes
iguales, habita en una suerte de triángulo de las Bermudas entre el teatro
Victoria Eugenia, el Kursaal y el teatro Principal, un lugar extenuante y mágico
en el que el tiempo parece o bien detenerse o discurrir a un ritmo distinto.
Como ciudadan@, un@ no se
acostumbra del todo a que en lugar de un anónimo desconocido, un
director/directora/actor/actriz, cruce a tu lado, distraídamente, un paso de
cebra, ni a toparse con el equipo completo de una película haciendo la compra
en la Parte Vieja, ni a tomarse un té en una terraza junto a ese rostro tan
conocido al que ocultan unas enormes gafas oscuras, pero que acaba delatando,
traicionera, su voz.
Los adolescentes, mucho más
resueltos y menos pudorosos, no sólo hacen guardia estoicamente para conseguir
el autógrafo/selfie de turno, sino que irrumpen temerariamente, hasta en mitad
de las carreteras, con la intención de robar, incluso desde un coche oficial en
marcha, el saludo de la teen star de turno. Y es que debe ser una época especialmente
extenuante, ya que la cantidad de hombres atractivos por metro cuadrado se
quintuplica y eso no hay corazón (adolescente o no) que lo resista.
Ironías cinéfilas. “Bonita”,
valoración recurrente y desgastada, utilizada normalmente por señoronas (y
señorones), asiduos de la sección oficial, provoca el menosprecio más absoluto
en el cinéfilo más gafapastil. Y es que “bonita”, como mini review de una
película, es la antipalabra, la anticalificación, la “you shall not pass!” que gritara Galdalf el gris. Como
contrapunto, todo film que pueda ser catalogado como “valiente”, “transgresor”,
“original” o “propuesta rompedora”, será aupada a los altares cinéfilos por los
haters de la palabra anterior, incluso aunque, en conjunto, se trate de un
truño.
Este 2014 el Zinemaldia me
ha enseñado, entre otras cosas, que a los bebés daneses se les duerme paseando
en cochecito por la carretera, en mitad de la noche y en pleno invierno (A
second chance); que una simple puerta cerrada puede ser más
terrorífica, en nuestra imaginación, que cualquier imagen dolorosamente
explicita (Magical Girl); que había otras formas de mostrar el incontenible
júbilo de la libertad que el cine no había explorado (momento Wonderwall en Mommy),
que, en el fondo, y con Daft Punk de soundtrack, casi todos los miembros de mi
generación seguimos siendo un atajo de peter panes (Eden), o que existe un
remedio infalible para que las flores (y las heridas) duren más tiempo (Loreak).
Y, tras la lluvia de
perseidas cinematográficas, una vez echados los telones, barridas las entradas
y recogidas, como lenguas exhaustas, las alfombras rojas, como por arte de
magia, la niebla vuelve a inundar la ciudad y melancolía es una palabra que,
para bien o para mal, vuelve describir a Donosti.
Gracias a todas las
películas, buenas, malas y reguleras, que pasaron por mis retinas
A los temas que siempre
asociaré a sus bandas sonoras
A todos los cómplices
(melenudos o no)
A los directores, actrices,
actores y demás que se “cruzaron con mi mirada” en una rueda de prensa o fuera
de ella.
A Jessica Chastain y al triste (patético) hecho de que su dieta vegana dejara sin recursos culinarios a los grandes chefs de la city. Espero que hayan aprendido algo.
Y al chico con la sudadera
de caretos de Ryan Gosling (sí, en plural) por hacerme sonreír.
Hurrengo urte arte! See you next year!
*
Qué cronica tan estupenda y atípìca, Alhy! Voy a evitar lo de "bonita" pero me cuesta porque me ha encantado... Gracias por escribirla y gracias por todas las recomendaciones. Hay montones de películas que he visto gracias a tu entusiasmo porque sé que siempre es garantía de acierto... ;)
RépondreSupprimerUn besote :*
P.S. Estoy muy desaparecida/absorbida pero hay miles de cosas que quiero comentar contigo en cuanto encuentre un hueco ;)
Hey!
SupprimerNo esperaba respuesta. ¡Que surprise! Thanks for coming once more :)
Lo peor o lo más frustrante de escribir una crónica de este tipo son todas las cosas que tienes que dejarte en el tintero para no aburrir al personal (y todas las cosas rarunas que no puedes contar por aquello de la timidez y de respetar privacidades) ;)
Creo que, vais a acabar un poco saturad@s del zinemaldi este año. Sorry :S
Kisses agradecidos ***