Recientes
estudios demuestran que los perros prefieren ser acariciados en lugar de
recibir una alabanza vocal. Al parecer, las caricias (estímulo adictivo del que
nunca se cansan), no sólo refuerzan el vínculo humano-canino, sino que
mantienen en buen estado de salud al animal, disminuyendo su pulso y su presión
sanguínea. ¡Menuda decepción! Las palabras que en nosotros, los humanos, pueden
llegar a ser mágicas o herir más poderosamente que espadas, dejan prácticamente
fríos a nuestros hermanos perrunos.
Ironías
aparte, este descubrimiento, sin embargo, debe sorprender, únicamente, a los científicos.
Cualquiera que haya convivido y querido a un ser perruno puede corroborar este
hecho sin necesidad de grandes muestras de estudio. Los perros necesitan
caricias, y los gatos, esos mágicos seres incomprendidos, también necesitan
caricias que devuelven terapéuticamente multiplicadas en ronroneos. Lo que no
aclara el estudio, a pesar de todo, es para quien resulta más placentero o
necesario acariciar a un animal peluchil. ¿No es ese uno de los motivos por los
que, secretamente, muchas personas conviven con otros animales? Victor Hugo
anunció mediante una curiosa hipótesis que "Dios
hizo el gato para ofrecer al hombre el placer de acariciar un tigre". Tenía
algo razón.
Si
siguiéramos una dieta emocional básica, los humanos necesitaríamos acariciar y
ser acariciados diariamente para reforzar vínculos y mantenernos emocional y físicamente
sanos. Sin embargo, ese vínculo táctil ha quedado limitado, básicamente, al ámbito amoroso/sexual o maternal. Reclamar y prodigar caricias, ser tiern@, da pudor (¿alguien
recuerda en qué momento de su vida dejó de reclamar ser acariciad@?). Si
hubiera un tribunal de crímenes emocionales contra la salud de humanidad, algo
o alguien debería pagar por haber condenado al ostracismo al sentido del tacto,
convirtiéndonos, de por vida (y a menos que no espabilemos), en una especie de neuróticos,
fóbicos e inseguros.
Pero volviendo al tema perruno, vale, los perros necesitan ser acariciados para sentirse
vinculados a sus humanos, al igual que más sanos y queridos. ¡Buen científico, guapo científico! Investigaciones
como esta demuestran que, además de la necesidad de publicar estudios sobre
cualquier tema, la comunidad científica es una maestra en el arte de proyectar
y centrarse en observar pajas en ojos ajenos en lugar de hacer hincapié en las
propias. Aunque, tal vez, y solo tal vez, este estudio haya sido la excusa inconfesa
de un grupo de fóbicos al contacto para acariciar, si no un tigre, algo parecido
a un lobo. Who knows…
*
Aucun commentaire:
Enregistrer un commentaire
Cuéntame, cuéntate...