jeudi 23 octobre 2014

La implacable persistencia de las “Señoras de”



George Clooney, alias “Mr Nespresso”, “el soltero más codiciado del mundo” o “me unto las suelas de los zapatos con albóndigas para que este perro tan mono me escoja” se ha casado. Este bombazo del mundo corazonil, en sí mismo, ya es capaz de hacer pulsar el botón de stop terráqueo. Sin embargo, hay una noticia derivada del feliz acontecimiento, que no sólo es capaz de lograr parar el mundo, sino de hacerlo girar hacia atrás sobre su eje: su esposa, Amal Alamuddin, joven, inteligente, carismática, independiente, una de las abogadas más prestigiosas del momento y potencial it girl, se ha cambiado de apellido. Ahora es Amal Clooney, o, directamente, la señora Clooney.




Cuando creíamos que el vetusto club de “las señoras de” estaba de celebradísima capa caída, llega una de las más prometedoras abanderadas del feminismo para propiciarnos una sonora bofetada en el rostro. Y es que, al parecer, una vez casada, a esta brillante mujer le han pesado (y traicionado) las tradiciones (¿os habéis dado cuenta de que traición y tradición se escriben casi igual?), como a tantas otras antes que a ella. Ya nadie recuerda, por ejemplo, cual es el auténtico apellido de Victoria Beckham, pero no duele lo mismo que se despersonalice y se “anexe” la ex-spice más pija, a que lo haga una de las más renombradas expertas en derecho internacional, derecho penal y derechos humanos. No hay color.




¿Qué expresa, en realidad, esta tradición tan arcaica, triste, machista y rancia de cambiarse el apellido? Nos dice “Mi marido y yo no somos iguales. Él es la figura alfa de la pareja, social y/o íntimamente, estoy supeditada a él. Permito que su protagonismo eclipse al mío”. ¿Y qué puede impulsar a una super mujer como a Amal a traicionar(se), a seguir mutilando el progreso? ¿Cómo es que casi nunca vemos cambios de apellido en los esposos? ¿por qué las renuncias y las transigencias en las mujeres se siguen fomentando y premiando socialmente en detrimento de estas? 




Aunque no lo comparta en absoluto, exhibir públicamente tu condición de casad@, sin embargo, me parece una decisión muy respetable. Sin embargo, puestos a ponerse una alianza metafórica de cara a todas las galerías, ¿por qué no hacerlo ambos? El guapo actor Aaron Taylor-Johnson era al nacer, simplemente, Aaron Johnson. Tras casarse con la directora de cine Sam Taylor-Wood, la pareja decidió unir sus apellidos. Por lo tanto, ahora ambos son los  señores de Taylor-Johnson. Así sí vale, así están diciendo al mundo “ambos somos iguales” y con excepciones como la suya el castigado planeta vuelve a girar un poquito más rápido en la dirección que naturalmente le corresponde, tratando de compensar, aún sin éxito, el peso de demasiadas tra(d)iciones.


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