vendredi 13 décembre 2019

Compromiso Gaia




La naturaleza de la vida es cambiar. Y cuando esta cambia demasiado deprisa, con funestas y apocalípticas consecuencias, y toda la responsabilidad de ese cambio recae sobre tu especie, cambiar tus hábitos es una obligación y un imperativo moral.

Hoy comparto mi hoja de ruta o compromiso hacia nuestra primera madre: la tierra. Que cada unx haga el suyo (Aviso: quien solo realice cambios o reajustes que le resulten cómodos en tiempos de apretarse colectivamente el cinturón, en realidad, se está autoengañando, no comprometiendo).




Me comprometo a seguir siendo antiespecista y, consecuentemente, vegana. A informar y concienciar, a boicotear el lobby ganaderil y el holocausto animal en todos sus ámbitos y a luchar por la liberación animal siempre (“Mientras haya mataderos habrá campos de batalla” dijo Tolstoi).

Me comprometo a no tener coche, a utilizar el transporte público menos contaminante posible, a caminar todo lo que pueda y a no viajar en avión.

Me comprometo a no tener hijxs biologicxs.




Me comprometo a no seguir alimentando el modelo consumista y a comprar sólo lo que necesito. En resumidas cuentas: a consumir menos y mejor.

Me comprometo a exigir responsabilidades y boicotear a las industrias, empresas y lobbies que más contaminan.

Me comprometo a consumir el menor número de ropa, a no financiar el Fast Fashion y a boicotear esta industria toxica exigiendo un nuevo sistema de producción, apoyando el reciclaje y la ropa de segunda mano, etc.




Me comprometo, salvo excepciones que lo eco-compensen a corto, medio o largo plazo, a no comprar productos online.

Me comprometo a batallar en la lucha contra el plástico, evitar productos sobreembalados, comprar a peso, llevar mi propia bolsa independientemente del producto que adquiera, etc.

Me comprometo a elegir productos (frutas, hortalizas y verduras) locales y de temporada.




Me comprometo a apoyar la economía circular (y a evitar producir fracción resto mientras no se instaure ese sistema. Y, lógicamente, a reciclar y compostar).

Me comprometo a elegir productos de “vida larga”, producidos de la forma más eco posible y a rechazar la obsolescencia programada.

Me comprometo a elegir el tipo de energía que suministre mi hogar más verde posible y a no derrochar recursos (no abusar del agua, ni de la luz, calefacción, aire acondicionado, etc).



Me comprometo a elegir productos de limpieza, cremas + productos de belleza, electrodomésticos y demás, lo más green y éticos posible.

Me comprometo a apoyar a partidos políticos para los que la emergencia climática sea una prioridad absoluta, y a participar en protestas, manifestaciones y actos de rebelión pacífica.

Me comprometo a “dar caña” informando y concienciando; a firmar, compartir y/o crear peticiones, tanto desde las redes sociales como en mi círculo social, incluso a pesar de la nula respuesta, el rechazo o la progresiva falta de fe en la humanidad.




Me comprometo a exigir medidas e intervención ciudadana a lxs politicxs responsables todo el año y no solo durante el periodo electoral.

Me comprometo a luchar contra el capitalismo neoliberal, el patriarcado, el machismo, el especismo o cualquier cáncer que amenace el progreso, el planeta, el futuro y la libertad  y otredad de cada individuo, sea de la especie, sexo, raza u orientación sexual que sea.




Me comprometo a formar parte de la extinction rebellion, a actuar, proteger y luchar por mi hogar/planeta y todos sus tesoros, y a dar voz a todas sus criaturas durante toda mi vida.

Me comprometo a convertirme en “portadora de luz”, a ser siempre parte de la solución y nunca de la polución.


Este es mi compromiso Gaia. ¿Cuál es el tuyo?






jeudi 28 novembre 2019

Adiós a las camisetas: Goodbye, fast fashion!





Mentiría si dijese que la moda es lo que más me apasiona en el mundo, pero también si no admitiera que me gusta la ropa, descubrir nuevas tendencias e intentar expresarme a través de ellas. Mi debilidad, desde que puedo recordar, son las t-shirts, especialmente las frikis. Durante los últimos años, mi armario ha acumulado una cantidad nada despreciable de camisetas cinéfilas, melómanas, con mensaje, etc. Las cuido bastante. Procuro ir alternándolas para no usarlas demasiado y, de esta forma, alargar su ciclo de vida. Como tengo la misma talla desde que era una adolescente, algunas de las más atemporales tienen casi dos décadas (prácticamente unos dinosaurios textiles en términos actuales).

Durante este 2019 que está a punto de abandonarnos, tanto durante las rebajas de invierno como en las de verano, amplié considerablemente mi colección camisetil. ¿Las necesitaba? No, pero eran bonitas y/o frikis y estaban bien de precio.  Hasta hace muy poco, todas mis tees, incluidas las últimas adquisiciones, eran (casi) un motivo de orgullo (my precious!”), pero desde que descubrí la contaminante, suicida y terrible verdad que esconde el fast fashion, instantáneamente, se han convertido en mi vergüenza. Si quiero ser responsable y solidaria con el mundo en el que vivo y, sobre todo, coherente con mis principios y con el lema ambientalista del que me he apropiado: “Be part of the solution, not part of the pollution”, cosas como las rebajas, las compras (camisetiles o no) por capricho o los chollazos tipo “Black Friday” deben desaparecer de mi vida. No sólo tengo que despedirme de las camisetas, sino que mi forma de consumir debe cambiar radicalmente.

¿Es realmente para tanto?, estaréis pensando algunxs. Lamentablemente, sí. De hecho, es mucho peor de lo que la mayoría imagina.





¿Qué es el fast fashion?

Se trata de un término usado por los minoristas de la moda. Consiste en una estrategia para recrear, de alguna manera, las tendencias de las grandes casas de moda que se presentan en Fashion Week, manufacturando prendas mucho más rápido y a un bajo precio para que lxs consumidorxs promedio tengan la oportunidad de adquirir esas prendas a un precio mucho más accesible.

Actualmente sigue creciendo la cantidad de marcas de moda que tienen este título plasmado en su ADN. Las más conocidas son: Zara, H&M, Forever21, ASOS, Mango, Primark y Topshop.





Violación de derechos humanos

Como en casi todo lo que tiene que ver con las industrias actuales, la regla es producir mucho, rápido y barato, con el fin de que las unidades aumenten mes a mes, por lo que las grandes empresas aprovechan los vacíos legales en materia laboral y ambiental que operan en países tercermundistas para reducir al máximo los precios, y así, conseguir vender la ropa a precios ridícula y vergonzosamente bajos.

Las empresas se aprovechan de la necesidad de los países pobres de tener inversión extrajera, lo que tiene como consecuencia la debilitación de los sindicatos y creación de leyes que favorezcan al inversionista extranjero, en vez de los trabajadores, lo que se conoce como outsourcing. Dado lo barata que es ahora la ropa, probablemente nadie se sorprenderá al saber que las personas que las hacen, que son abrumadoramente mujeres en países del segundo y tercer mundo, no reciben un salario digno. Lxs trabajadorxs de la confección en Bangladesh, el segundo mayor exportador mundial de ropa confeccionada, ganan 3,5 veces menos de lo que necesitan para un nivel de vida básico.

Muchos de los lugares de donde proviene la ropa, como China y Taiwán, tienen pocas protecciones para estxs trabajadorxs. Se ven obligadxs a cumplir objetivos altos o corren el riesgo de ser despedidxs, por lo que pueden trabajar largas horas y perder descansos del baño y el almuerzo para hacer su trabajo.

En muchos países, la violencia y el trabajo infantil también son un problema. Digámoslo con todas las letras y, como consumidorxs, asumamos nuestra responsabilidad: human rights violation. Estas empresas son responsables de generar explotación y esclavismo.





Enorme huella medioambiental:

* Derroche de agua

En el evento de la ONU, Fashion and the Sustainable Development Goals: What Role for the UN?, se advirtió de que tras la industria energética, la de la moda es la que utiliza más agua para sus procesos en todo el mundo (el daño se inicia desde el momento en que elabora la prenda y continua cada vez que se lava en casa). Como alertó una de las analistas de la ONU, Birgit Lia Altmann, solo para producir un kilo de algodón se necesitan más de 10.000 litros de agua. En otras palabras, la cantidad de agua que requiere fabricar unos vaqueros normales y corrientes es la misma que consume un individuo en diez años. ¡Diez! ¿Cómo se puede permitir semejante despilfarro cuando aún hay seres alrededor del mundo que enferman y mueren por no tener agua potable a su disposición?

Dato escalofriante: El volumen de agua consumida actualmente para producir ropa es de 70 mil millones de metros cúbicos y, como no lo evitemos, aumentará en un 50% para 2030.





* Uso de pesticidas y materiales tóxicos

Tristemente, la problemática no se reduce, únicamente, al derroche acuatico, sino que también se utilizan muchísimos pesticidas peligrosos en la producción de estas prendas, especialmente, en el algodón (Según Greenpeace, se encontraron residuos hormonales y químicos cancerígenos en ropa hecha por 20 marcas reconocidas como Armani, Benetton, Calvin Klein, Diesel, Esprit, Gap, Levi Strauss & Co., Victoria’s Secret y Zara).

Muchos materiales artificiales contienen microfibras, que son pequeñas piezas de plástico que se introducen en los suministros de agua a través del lavado. Cuando llegan a mares y ríos, contribuyen a la muerte de peces antes de alcanzar la madurez, amenazando poblaciones enteras.





* Contaminación y crisis climática

El fast fashion también tiene un papel relevante en la contaminación de la Tierra. Produce, nada más ni nada menos, que el 20% de las aguas residuales que se generan a nivel mundial y es responsable del 10% de las emisiones de dióxido de carbono que se emiten a la atmósfera. Una cantidad que es incluso mayor a la que dejan en el aire todos los vuelos internacionales y transportes de mercancías juntos.





* Residuos textiles

Estamos bajo la presión constante de comprar cosas nuevas, en lugar de reutilizar y reciclar prendas “viejas” como las generaciones anteriores, lo que significa que los ítems en nuestros armarios tienden a envejecer muy rápidamente. Esto significa que millones de prendas terminan siendo tiradas cada año: un camión de ropa se quema o se envía al vertedero cada segundo, según un informe de la Fundación Ellen McArthur. A menudo, estos materiales no son biodegradables y cuando comienzan a descomponerse, liberan metano a la atmósfera. Más contaminación.





* Tala de árboles y desplazamiento/extinción de especies

Se talan de entre 70 a 100 millones de árboles cada año para hacer tela de rayón, viscosa y modal. Aunque todos ellos se comercializan como más ecológicos, ya que están hechos de materiales vegetales en lugar de plásticos como el poliéster o el nylon, tienen un secreto oscuro: a menudo están hechos de árboles viejos de bosques tropicales en peligro de extinción. La mayoría de las personas conocen el vínculo entre los bosques, la ganadería y el papel, pero no conocen el vínculo entre los ecosistemas forestales y la ropa que tienen en sus armarios.

Las fábricas de estos tejidos se encuentran en todo el mundo, pero las más controvertidas obtienen sus árboles del bosque boreal de Canadá, la selva tropical de Indonesia y el Amazonas. "Tenemos estos magníficos bosques que, al ser arrasados, están liberando CO2 a pasos agigantados y, como resultado, el cambio climático se está exacerbando, perdiendo hábitats críticos para especies vulnerables", dice Nicole Rycroft, fundadora y directora ejecutiva de Canopy, una organización sin fines de lucro. "Es el aceite de palma del mundo de la moda".

Una fábrica de pulpa particularmente controvertida en el norte de Sumatra se encuentra en medio de un bosque que alberga osos y tigres, además de comunidades de granjeros nativos. Hasta que Canopy se involucró, el molino estaba (con el beneplácito del gobierno) talando este bosque ecológicamente valioso y convirtiéndolo en plantaciones de eucalipto. Un agricultor que intentó proteger su tierra interponiéndose en el camino de las excavadoras fue encarcelado durante tres meses.

Con sus hogares arrasados, muchos animales se ven obligados a huir a “zonas humanas” en las que son masacradxs, cazadxs con la excusa de “asesinar al ganado”, capturadxs para zoos, peleas, etc, o abusadxs de todas las formas y por todas las industrias posibles. Exactamente lo que ocurre en España con el lobo y el oso, pero extendido a todas las especies autóctonas, muchas altamente vulnerables o, como el orangután y el tigre, en grave peligro de extinción.






(Más) Crueldad Animal

Los productos de moda de piel, cuero, plumas o pieles exóticas como zapatos, bolsos, abrigos, jerseys y chaquetas a menudo se asocian con una calidad superior, lujo y un precio caro. Pero por mucho que hayamos pagado por ese artículo "lujoso", vale la pena recordar que un animal ha tenido que pagar un precio aún más alto por él. En nombre de la moda, estos animales tienen que pasar por el engorde, la privación de alimentos, el maltrato, métodos de matar dolorosísimos y, a veces, incluso ser desolladxs/desplumadxs vivxs. ¿Por qué pagar para que le hagan a un animal lo que, probablemente, no desearías ni para tu peor enemigo?

Por otra parte, si bien es cierto que la lana puede ser un material ecológico, no siempre se produce de la manera más ética. Las ovejas generalmente se esquilan una vez al año con el propósito de usar su lana y este proceso puede ser bastante doloroso para ellas. En Australia, de donde proviene la mayor parte de la lana, es una práctica común usar una técnica dolorosa e inhumana llamada "mulesing" para tratar de evitar el "picadura de mosca" (un problema común en el clima australiano durante los meses calurosos y las moscas atacan a las ovejas) . El "mulesing" implica cortar la carne de la parte trasera de la oveja y a menudo se lleva a cabo sin analgésicos. ¿A qué ahora este clásico material no mola tanto?





Soluciones y cambios de consumo (y de vida)

Estos datos evidencian que esta industria perjudica peligrosamente nuestra salud, el entorno, otras especies y comunidades y nuestra supervivencia en la tierra, al ser una de las que más agrava los terribles efectos de la emergencia climática. Todo esto llevó a Olga Algayerova, secretaria ejecutiva de la Comisión Económica de las Naciones Unidas para Europa (UNECE, en inglés), a recordar que se deben encontrar soluciones. "Está claro que la industria de la moda debe cambiar sus engranajes y ser responsable con el medio ambiente", alertó para también poner sobre la mesa que es crucial promover hábitos de consumo sostenibles para minimizar los daños que deja el fast fashion.

Ahora los consumidores compran más ropa que en el 2000 y cada producto se conserva la mitad del tiempo que entonces (es más, el 40% nunca llega a utilizarse). Así que, para no formar parte de la polución o la nociva producción de las compañías fast fashion, es momento de que comencemos a analizarnos a nosotrxs mismxs y a decidir qué hábitos de compra podemos y debemos cambiar.

A finales del año 2017 la diseñadora Stella McCartney condenó a su industria como “increíblemente dañina para el medio ambiente” y unió este pensamiento con la defensora ambientalista Ellen MacArthur para pedir un cambio en la forma en la que se fabrica su ropa. Lanzaron un informe que indica que si la industria continúa en su camino actual, para 2050, podría usar más del 26% del presupuesto de carbono. ¡Con la que se nos viene encima!





Consejos Green para la/el consumidor/a


1) Di “no, gracias” a la fast fashion y pásate a la slow fashion.

2) Di “no, gracias” al plástico.

3) Deja de comprar. El desafío no es comprar nada nuevo por el período de tiempo más largo, comenzar con un mes y luego una temporada e intentar alargarlo por un año.

4) Comprar menos. Si lo haces, limita tus compras exactamente a lo que necesitas. Haz que tus decisiones y actos cuenten.

5) Compra productos sostenibles. Selecciona productos duraderos, ecológicos y producidos que duren años.

6) Compra telas naturales. Elija ropa hecha de telas naturales, como lino, cáñamo u otros productos duraderos hechos de materiales sostenibles y biodegradables. Reduce la compra de algodón debido a sus problemas de consumo de agua (y si lo compras, que sea bio).

7) Compra en empresas ecológicas y de comercio justo y transparentes de tu pueblo/ciudad.

8) Di “no, gracias” al embalaje.

9) Compra a diseñadores y fabricantes locales.

10) Compra productos usados/de segunda mano.

11) Lava menos (reduce el uso de agua).

12) Compra cuero vegano (el cuero de hongos y el cuero de piña), u opta por comprar piel sintética eco-friendly y productos reciclados o de segunda mano.






En resumen, hagamos un cambio colectivo para lograr mejorar el mundo en el que vivimos. No se trata de dejar de comprar ropa si realmente se necesita (recalquemos el “si” infinitas veces). Simplemente, reutilicemos, reciclemos, compremos de segunda mano, etc. Y cuando eso no sea posible, consumamos MENOS, consumamos MEJOR. Y nunca olvidemos la a menudo menospreciada capacidad individual de aportar nuestro pequeño grano de arena: dar ejemplo no es sólo la mejor manera de influir en los demás, sino que es la ÚNICA.


Fuentes: www.greenpeace.org; codigonuevo.com; factornueve.com; dulcesalerno.org; greyishgreen.com; her.ie; fastcompany.com

mercredi 21 août 2019

Nuestro pulmón DEBERÍA ser nuestro Notre Dame




Todxs recordaremos siempre el día que ardió Notre Dame. La prensa se hizo eco inmediatamente realizando una esforzada cobertura ininterrumpida de la noticia, la humanidad sintió que estaba perdiendo uno de sus grandes tesoros (muchxs la consideraban parte de si mismxs y/o de su educación sentimental), billonarixs de todo el mundo se ofrecieron a sufragar los gastos y mucha gente aportó su pequeño o enorme grano de arena para financiar una reconstrucción que, más que probablemente, acabará siendo exitosa.

Aquel día perdimos y recuperamos un poco de fe en la humanidad. Por una parte, comprobamos que había compromiso, solidaridad y, sobre todo, potenciales enormes medios económicos para causas solidarias. Sin embargo, también fuimos testigxs dolidxs de cómo ese dinero no se utilizaba, al mismo tiempo, en otros fines mucho más graves y acuciantes.




Hoy, como el resto del planeta, he descubierto, horrorizada y a través de twitter, lo que los medios de comunicación llevaban más de dos semanas ocultando, en una de las mayores y más abyectas complicidades mediáticas ecocidas que recuerdo (posiblemente la mayor): el amazonas lleva 16 días en llamas. ¡¡¡¡16!!!! Si su destrucción ya era alarmante (se calculaba que iba al ritmo de un país pequeño por día), imaginad lo que pueden suponer casi 3 semanas de incendios salvajes sin ningún tipo de control.

Esto debería ser una gravísima emergencia internacional, el mayor drama ecológico y aniquilador de especies vivido hasta la fecha, cabecera de los telediarios y la portada de todos los periódicos, pero, al parecer, la noticia, ni es rentable, ni importa. ¿Dónde están lxs multimillonarixs ahora? El Amazonas sólo es el pulmón del planeta, responsable del 20% del aire que respiramos, imprescindible en el equilibrio y la salud del planeta, hogar de miles de preciosas especies de fauna y flora que, posiblemente, en su mayoría, ni siquiera se han descubierto todavía. Millones de años de evolución del más grande tesoro verde destruidos de un plumazo en 3 semanas por el peor vecino de la tierra: sus tóxicos líderes humanos y su avaricia psicópata.




Ni todas las palabras del mundo en mis 7 idiomas pueden describir el dolor, la ira, la vergüenza por mi especie (hay que inventar una palabra para esto) y la impotencia que siento. También miedo. Mucho. Arde mi casa. Arden mis hermanxs (es un holocausto). Y, al ritmo al que se va destruyendo el planeta, puede que, en no demasiado tiempo, acabe ardiendo yo. ¿Cuántas vidas y especies hemos extinguido? ¿Qué consecuencias puede tener para un planeta que está al borde del colapso climático perder a su único pulmón? ¿hasta qué grado acelerará esta terrible “amputación” la emergencia climática? Recordemos que según Science, la reforestación o restauración de superficies forestales a escala global ayudaría a la captura de gases de efecto invernadero y a la mitigación del cambio climático (incrementar un 25% la superficie forestal, reduciría un 25% los gases de efecto invernadero en la atmósfera).

Sin embargo, Bolsonaro, el “Trump brasileño”, ya había anunciado sus planes para el jardín y esperanza de la humanidad: destrucción. Porque si, la Amazonia se quema por una sola razón: dinero. Pastos para cebar al ganado (que ya era la principal causa de su aniquilación), madereras, minería y explotaciones varias, una autopista ecocida y ridícula que pretende atravesar media selva... A diferencia de un malo de película, nadie, ni siquiera el rechazo global y una poderosa organización internacional (o varias), iba a boicotear sus planes solo por hacerlos públicos, ¿verdad?




Si ver arder uno de los símbolos de Paris dolía, comprobar como arde el Amazonas ante la indiferencia y complicidad internacional y miserable de las personas que deberían protegerlo (protegernos), es absolutamente terrorífico y devastador. Hoy ha muerto una porción vital de esperanza para todxs. Por la parte que me toca, también una porción de mi. Hoy solo puedo llorar. Pocas tragedias nos muestran de forma tan directa y cruda las consecuencias aniquiladoras y suicidas de nuestro podrido y toxico sistema capitalista. ¿Estamos viendo nuestro futuro? Salvar la Amazonia y a todxs sus habitantes DEBERÍA ser nuestra prioridad. Nuestro pulmón DEBERÍA ser nuestro Notre Dame.

Por favor, #ActForAmazonia #ForestsAreLife #ForaBolsonaro #PrayForAmazonia

Firmad:





Related Posts with Thumbnails