Una
noche cualquiera, un desafortunado zapping me muestra una curiosa escena del
programa Los misterios del universo (si,
el presentado por Morgan Freeman).
En
ella, un supuesto científico argumenta que cuanto más sofisticado es un cerebro,
más cantidad de alimento requiere. Para demostrar esta afirmación, aparece
teletransportado a un prado idílico donde están pastando unas ovejillas. En su
opinión, alimentar el cerebro ovejil, requiere un plato de hierba diario,
mientras que, por el contrario, alimentar un cerebro humano requeriría un
sacazo.
A consecuencia de esto, los humanos, hemos recurrido a una estrategia
“no bonita ni agradable” para que nuestros cerebros funcionen a pleno
rendimiento: comer carne. A continuación, le sirven a la supuesta lumbrera la
pierna de un cordero flotando en grasaca pegajosa, y él la degusta con avidez, mientras
observa a las ovejas con un insoportable aire de superioridad y cochinil regodeo.

La
deducción brillante no tarde en aparecer: si la vida extraterrestre inteligente
existiera y su tecnológica fuera lo suficientemente desarrollada como para
que llegaran a la tierra, debemos mentalizarnos de una más que terrorífica hipótesis: se trataría de depredadores
con cerebros altamente necesitados de “canne”. Si nos visitaran, no sería “en
son de paz”, sino que lo harían con el mismo espíritu que los conquistadores de
hace unos cuantos siglos: con ansias de dominación y la intención de
abastecerse de materiales que, posiblemente, ya no se encuentran en su planeta de
origen. Probablemente, a ojos alienígenas, los seres humanos también serían, simplemente, recursos
y trozos de carne .

Desgraciadamente,
el protagonista de este fragmento no es el único científico que está convencido
del carnivorismo voraz de posibles especies alienígenas. Hace meses, también en
Discovery Channel, emitieron un documental en el que Stephen Hawking argumentaba
exactamente lo mismo (y que le ha valido numerosas críticas por parte de la
comunidad científica). Y me pregunto yo, ¿de dónde viene esa convicción de que
civilizaciones más avanzadas y sofisticadas tienen que ser, necesariamente,
hostiles y depredadoras? ¿acaso más evolución equivale a más maldad y más afán de
dominio? ¿a involución en lugar de evolución?

En
mi opinión, atribuir rasgos y características humanas a los aliens, tanto si
son positivas como negativas, es consecuencia de “el efecto Pandora” en que
también cayó James Cameron con su Avatar. Y es que resulta, hasta cierto punto, lógico, pero, al mismo
tiempo, da muestra de nuestras limitaciones y nuestra falta de imaginación. ¿Tan
difícil es admitir que nadie, por muy genio que sea, tiene ni repajolera idea
de cómo pueden ser nuestros vecinos?

Da
la impresión de que existe un endiosamiento desproporcionado hacia los
supuestos genios o las personas que poseen un coeficiente intelectual
exorbitante (¿es que en pleno siglo XXI nadie ha oído hablar de las inteligencias
múltiples?), especialmente si son científicos. Pero ser una lumbrera en un
campo (o varios), ¿significa que se es un experto en toooodos los campos y que se
puede hablar con autoridad de tooodos ellos? ¿no tendría más sentido que se
aventuraran a hablar de comportamiento extraterrestre los biólogos, antropólogos,
sociólogos, etólogos o, incluso, los más inspirados escritores de ciencia ficción? ;)
Y
tras esta interesante pregunta, agotada de tantas ideas, me marcho a un campo cercano con mis amigas las ovejillas, a degustar mis dos arrobas de hierba diarias ;)
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