samedi 15 avril 2017

¿Cómo osas no reproducirte?



Hay encuentros que los carga el diablo. O las competiciones sociales sexistas, que viene a ser lo mismo. Hace no demasiado, un café con una amiga y su hijo de 2 años se vio de repente obstaculizado por un bebé, una niña de pocos meses, que pasó a ocupar el campo visual de mi amiga de tal forma que, por un momento, ni siquiera pude verle la cara. La niña iba enganchada a su apéndice, su madre, quien no contenta con plantarle el fruto de sus entrañas en plena cara, saludó a mi amiga con el orgullo y regodeo de viejo conocido que solo se acerca a ti cuando tiene buenas noticias.




Nos costó reconocerla por unos instantes, pero ahí estaba aquella versión matrona de nuestra antigua compañera de instituto. Ni que decir tiene que me ignoró total y descaradamente. No hubo charla recapituladora y autobiográfica ni “qué-es-de-tu-vidas”, la chica pasó directamente a los grandes temas: la tortura del parto y sus horrendas pero necesarias secuelas. Pues muy bien, hermosa (me solidarizo con todas las madres forzosas no humanas del mundo dándole un largo trago a mi descafeinado de sobre con leche vegetal).




De repente, el hijo de mi amiga, brevemente presentado y aún más descaradamente ignorado por Super Mommy, se escapa bajo la mesa cual diablo de Tasmania, obligando  su madre a ir en su busca. Antes de que el silencio nos engulla como mantis religiosas, la mamma me mira  con desprecio infinito y me pregunta “¿Y tú qué tal?”, cuando, en realidad, lo que me quiere decir es “¿Cómo osas no reproducirte?”, mientras su peponil retoño me mira fijamente, como subrayando su indignada incomprensión.




Fue en ese momento cuando me di cuenta de que Mrs Utero, además de por su semilla, estaba acompañada por su pareja, un tipo apocado de labios sellados que parece resignado a su condición de segundón o mero vehículo biológico-genético. Y tras la vuelta de mi amiga y su hijo, el encuentro concluye con una breve despedida y un subrayado abrazo a su deber cívico-femenino, sentido de trascendencia y reafirmación existencial. ¡Hasta la vista, baby!




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