Se han escrito ríos de tinta sobre el drama del fumador pasivo y sus nefastas consecuencias, pero nadie ha prestado atención a una singular alteración psicológica que, como sociedad, tiene las mismas raíces y nos aqueja cada vez con más virulencia: el molesto y frustrante cotilleo pasivo.
La víctima (suelen ser personas discretas, respetuosas, nada chismosas y con poca o nula capacidad de abstracción), se ve envuelt@ en situaciones cotidianas en las que no quiere y no le interesa saber cierta información intima y/o completamente inútil sobre otros, pero que, por algún motivo ajeno a su voluntad, acaba adquiriendo. Esos inoportunos datos le abruman, aburren, amargan o frustran, llegando a provocar una sensación de ansiedad baja o moderada, distrayéndole, obviamente, de sus pensamientos o quehaceres (algunas veces, durante horas o días).
Además de molestos síntomas de inquietud, irritación, impotencia y ansiedad, el cotilla pasivo acaba manifestando síntomas de inadecuación, falta de adaptación y bajo autoestima, ya que asume que, como individuo de una sociedad cotilla, no termina de encajar, sintiéndose injustamente desplazado. Por lo tanto, en ocasiones se esfuerza, sin éxito, en encontrar fascinantes temas que no le interesan en absoluto (ciertos programas televisivos, personajes del corazón, competiciones deportivas, películas, etc), con contraproducentes consecuencias para su ego.
Los agresores o agentes de cotilleo pasivo, son, tristemente, individuos de todos los niveles de intimidad que conforman el microcosmos de la víctima, sin embargo, la tipología más intrusiva y común (también apodada fosforista) suele encontrarse en transportes públicos, bares, restaurantes y tiendas. Se trata de personas con un tono de voz mucho más alto y fuerte que la media y que, al mismo tiempo, también tienen una desproporcionada y desagradable tendencia a hablar de temas íntimos sin pudor en lugares públicos.
Cuando se encuentran solos, su herramienta de agresión o intrusión suele ser el teléfono móvil. Con la excusa de una llamada, secuestran acústicamente el lugar donde se encuentran, haciendo participes involuntarios de su conversación al resto de los ocupantes. Qué impulsa a estas personas a narrar con pelos y señales sus vacaciones, los pormenores de una cita o sus sesiones de gimnasio, no es relevante en el caso que nos ocupa. Desentrañar las raíces del egocentrismo no ayudara a que los cotillas pasivos dejen de sufrir sus efectos. Lo único aconsejable es prevenir (o suavizar) los encuentros, y para ello, se aconsejan varios métodos:
A) El turista accidental: Llevar siempre un reproductor de música al que se pueda acceder en los tiempos muertos del día (colas de todo tipo, transportes públicos, supermercados, probadores de tiendas de ropa, etc). Ayudará a abstraerse del mundo y evitará, al mismo tiempo, que la gente nos dirija la palabra.
B) El Lorelai Gilmore: aprender las técnicas de distracción/confusión básicas y aplicarlas en los encuentros familiares, charlas laborales o reuniones con amigos (se ha demostrado que atajar el problema con un directo “no me interesa lo que pase en Gran Hermano” no sólo no funciona, sino que incita al cotilleador).
C) El Gary Oldman (sólo apto para pacientes con tendencia al histrionismo y/o sin sentido del ridículo) consiste en poner drásticamente fin a la situación de cotilleo, robándole descaradamente el protagonismo al fosforista. Para ello, se recomienda fingir una conversación o situación, aún más llamativa, exhibicionista y chabacana que la del cotilleador hasta que este se sienta eclipsad@.
(Se aconseja no aplicar estas técnicas sin haberlas ensayado y practicado previamente con un profesional).
Como conclusión, aún es pronto para prever y precisar los efectos a largo plazo en esta problemática, pero es evidente que aún necesita ser reconocida públicamente y valorada en toda su magnitud. Uno de los mayores obstáculos en su tratamiento y erradicación, es el irrefrenable pudor que sienten sus afectados. Si usted es víctima del cotilleo pasivo o conoce a alguien que lo padezca, no vacile a la hora de pedir o buscar ayuda. Tenga siempre presente que cuanto más se retrase su tratamiento, más difícil será compensar y reforzar los niveles de respeto y asertividad del paciente. Es importante, a su vez, resaltar el hecho de que esta alteración está aumentando en progresión geométrica, llegándose a formar, incluso, Clubs y sociedades de afectados del cotilleo pasivo. Entre sus lemas o gritos de guerra, destacan “la ignorancia es la felicidad” o “A mi plin, si no eres un Grimm”.
*