Soy
optimista. Espero vivir este planeta, al menos, los mismos años que ya he
caminado por él. Sin embargo, no me preocupa tanto la cantidad, como la calidad
de ese tiempo futuro. La victoria electoral de Donald Trump (posiblemente la
representación de lo peor de la especie humana, o séase, el diablo, seas
creyente, agnóstic@ o ate@) supone una amenaza y una regresión para USA a todos
los niveles, pero también representa, no sólo una potencial catástrofe
medioambiental sin precedentes, sino la gota que colme del vaso de la
irreversibilidad del cambio climático. Es por ello que aunque como ciudadana
del mundo y feminista, me siento enfadada, triste e profundamente preocupada, como
ecologista y activista por los derechos de los animales estoy totalmente
destrozada.
Environmental
apocalypsis is coming?
Creo,
y espero no equivocarme, que casi todas las majaderías retrógradas que Mr
Orange ha estado escupiendo durante su campaña (deportar a los inmigrantes
ilegales, construir un muro con Mexico, modificar la ley del aborto, acabar con
Obama Care o imponer un arancel del 45% a cualquier producto procedente de
China) van a resultar muy difíciles, sino imposibles de implantar. Aunque hará
mucho daño a l@s más vulnerables y desfavorecid@s, los tratados de libre
comercio que USA ha firmado, según dicen, impedirían la tasa, las deportaciones
serían impedidas por revueltas interiores y el muro mexicano supondría un gasto
inasumible, amén de un escándalo internacional, entre otras limitaciones.
Pero
también creo, y espero equivocarme, que en materia medioambiental (lo cual es un oxímoron en su caso, ya
que niega rotundamente el cambio climático) es donde más letales promesas se podrían
cumplir. Trump quiere acabar con todos tratados y medidas green que Obama ha
firmado durante estos últimos años, entre ellas, como no, su compromiso para
rebajar la llamada huella de carbono del país. La idea de los republicanos es
que no exista ningún tipo de regulación sobre el C02 y como niegan el cambio
climático, niegan que esta sustancia haga ningún tipo de daño al planeta.
El
nuevo presidente pretende eliminar por completo la EPA o Agencia de Protección
Medioambiental de los Estados Unidos (a través de esta organización se vigila
que las compañías cumplan los requisitos medioambientales legales en cuestiones
de contaminación). Y por si esto no fuera suficiente desatino, Trump, un férreo
defensor del libre mercado, considera que el Gobierno de USA no debe financiar
proyectos de investigación de energías renovables. Por lo tanto, todos los
fondos públicos quedarán cancelados.
Además,
Mr Biggot quiere que su adorada América, por su cara naranja bonita deshaga su
compromiso histórico de cumplir los acuerdos firmados en París sobre el cambio
climático, cuyo objetivo era mantener el aumento de la temperatura global por
debajo de los 2ºC (recordemos que USA es el segundo país más contaminante del
mundo, solo superado por China, pero que incluso el gigante asiático comienza a
ponerse las pilas). ¿Podría el nuevo gobierno abandonar un acuerdo ya firmado y
ratificado? "Desde un punto de vista
legal Trump no puede salirse, pero puede ignorarlo y no hacer lo que su nación
prometió y no habría mecanismos para impedirlo", comenta el
climatólogo de la Universidad de Zurich (Suiza) Reto Knutti. Si se diera el
efecto contagio a otros países especialmente contaminantes, en 4 años las
posibilidades de que el mundo cumpla el objetivo de los 2ºC pasarán de modestas
a pequeñas, pero si dura 8 años se acercarán a 0.
Personalmente,
me hace especialmente gracia la creciente (e hipócrita) preocupación mundial
por el cambio climático (mode ironic on). Cualquiera que sepa un mínimo en
materia medioambiental sabe que no se puede achacar el calentamiento global
únicamente al CO2 proveniente de la quema de los combustibles fósiles. Si el
cambio climático fuera la cabeza de Medusa, la otra gran serpiente sería la
ganadería industrial, que ya emite oficialmente más porquería a la atmósfera
que todos los transportes del mundo juntos (La emisión
directa de metano en las granjas de vacas y cerdos es la principal fuente de
gases de efecto invernadero y este gas es 23 veces más
agresivo que el dióxido de carbono de cara al calentamiento global).
Pero, of course, esta incomodísima
verdad no le interesa ni a los informativos, ni a las grandes empresas
cárnicas, ni al consumidor medio. Como ecologista
y vegana, me cuesta no caer en la misantropía más absoluta al confesar que, si
aquí y ahora a la humanidad se le presentase la disyuntiva de A) Volverse
vegana y parar en seco el Cambio Climático (cosa que sería más que probable) y
B) No cambiar sus hábitos en absoluto y arriesgarse a morir, la humanidad elegiría
B.
El machismo se quita la
careta
También
me resultan muy curiosos los “Mc Artículos” publicados a las pocas horas de la
victoria de Trump, explicando los motivos por los que habría ganado el gran
magnate. Y es que, si tan claras y predecibles eran las pistas, ¿por qué no lo había previsto absolutamente nadie (Si
me apuráis, ni el propio Trump)?. Aunque l@s expert@s achacan buena parte del
voto secreto a l@s afectad@s por el cierre masivo de fábricas y empresas, como siempre,
bien sea a escala personal como social, carecemos de perspectiva para poder
entender lo que está pasando en el momento en el que ocurre, y eso no hay
politólog@ ni sociólog@ que lo rebata.
Lo
que sí está dolorosamente claro, es que por muy racista que sea USA (¡y mira
qué es racista!) es aún mucho más sexista y machista (recordemos que otorgó el
derecho de voto a los hombres negros 50 años antes que a las mujeres de
cualquier raza). La desoladora imagen de una digna y sorprendentemente entera
Hillary Clinton en el día posterior a su derrota, enviando un mensaje de esperanza a las niñas y pidiendo una
oportunidad para Trump, es de las que llegan al alma, porque tanto si se es pro
Mrs Clinton como si no, no hay mujer en el mundo que no haya sentido en algún
momento de su vida la desgarradora sensación de ser ninguneada y despreciada en
favor de un hombre que era inferior y/o mucho menos competente que ella. Y,
francamente, no sé qué me asusta más: si el varón de entre 45-90 años o votante
medio de Trump, que lo considera un rol model o directamente un dios, o ese 52%
de mujeres blancas (frente al escaso 7% de las negras) que han elegido a un
misógino, abusón, machista y repugnante depredador sexual como representante.
Si
hubiera justicia (poética) en el universo (y sabemos que no la hay), a Trump
debería sucederle Lisa Simpson una mujer de raza no blanca, ecologista, vegana, lesbiana o bisexual
y profundamente atea/agnóstica. Eso sí que supondría un síntoma claro de que el
mundo ha evolucionado finalmente. Lamentablemente, comienzo a pensar que no
viviré para verlo.
¿El principio del fin?
Un
pequeño rayo de esperanza es que el nuevo cargo de “hombre más poderoso de la
tierra” para el ricachón, vago, mimado y ultramediático que siempre ha sido
Trump, le queda demasiado grande. Posiblemente, y a pesar de su hambre de poder
de niño rico, el tipo que siempre lo ha tenido fácil en la vida ahora se
enfrenta a un nuevo poder que, como dirían en Spiderman, también conlleva una
gran responsabilidad. ¿Aguantará estoica y diariamente aburridas reuniones, viajes
protocolarios, pilas de documentos o tediosos intercambios diplomáticos sin
aparecer voluntariamente en la prensa o sin escuchar, a todas horas, los
aplausos y vítores de sus descerebrados fans?
Pero
aunque de tod@s es sabido que, en realidad, son “4 corporaciones” las que
dominan el mundo, con la complicidad asquerosa de grandes políticos, entre
otr@s, tampoco conviene menospreciar ni un ápice el potencial daño que el Trumpismo puede
causar por muy incompetente que pueda ser o por mucho freno legal, político-social, demócrata y mundial que le impongan.
Porque Mr Orange es, ante todo, y como ya sabemos, un síntoma, aunque sea de
los más graves, de lo profundamente enfermo que está el mundo. Y cuando un
organismo está tan enfermo, solo quedan dos salidas: sanar o morir.
La evidencia es abrumadora: no
hay duda de que nos encontramos ante un inquietante punto de inflexión. O bien esto resulta el principio del fin del mundo que conocemos y tod@s los menores de 50
años acabemos sucumbiendo al apocalípsis de la pobreza y del calentamiento
global, o puede que el trumpismo, la amenaza del fascismo, el letal cambio
climático y las preocupantes y crecientes desigualdades sociales acaben siendo el
acicate u oportunidad que la consumista-hedonista-pasmada humanidad necesita para empoderarse, para
indignarse, para rebelarse y ser proactiva en lugar de reactiva, pasiva y
mansa; para escarbar y cambiar los cimientos podridos de este despreciable
patriarcado capitalista-neoliberal, sexista, especista, racista y homófobo, y
arrebatar así el poder al 1%, al “gran hermano” o virus-empresas caníbales que
están destruyendo el mundo. No sabemos qué precio habrá que pagar para
conseguirlo, pero de lo que no cabe ninguna duda, es de que el valor de lo que
nos jugamos es aún mayor. La responsabilidad de que no caiga definitivamente la
balanza del lado oscuro es de tod@s y cada un@ de nosotr@s, pero, como diría un
gran y querido amigo “torres más altas han caído”.
“Luckily, real change, like a tree, grows from the bottom up, not the
top down […] We will not mourn, we will organize. Maybe we are about to be
free”.
Gloria
Steinem
(“Afortunadamente,
el verdadero cambio, como los árboles, crece de abajo a arriba, no de arriba
abajo […] No permaneceros en duelo, nos organizaremos. Quizá estemos a punto de
ser libres”).
*
Si
este tema te preocupa tanto como a mi, firma y comparte las siguientes
peticiones:
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