dimanche 11 décembre 2011

La ironía de llevar gafas



Benjamin Franklin decía que las 3 cosas más difíciles en la vida son guardar un secreto, perdonar un agravio y aprovechar el tiempo. Con todos mis respetos para este eminente político, científico e inventor norteamericano, creo que la afirmación no es del todo exacta. Yo añadiría una cuarta misión imposible a esta lista: las cuatro cosas más difíciles en la vida son: guardar un secreto, perdonar un agravio, aprovechar el tiempo y mantener impecables las gafas.
Esto es algo de lo que nadie te previene. Todos se callan ladinamente: desde tus gafaconocidos hasta los solícitos dependientes de la óptica. Estos últimos te aseguran que un simple lavado con jabón ocasional será suficiente y tras esa flagrante mentira consiguen dormir tranquilos noche tras noche. Sin embargo, estarás solo y desvalido cuando, entre tus sesiones diarias de lectura y ordenador, descubrirás que por mucho que limpies, pulas y des esplendor, la impecabilidad gafil solo dura desde el momento en que las lavas… hasta que te las vuelves a poner.
Ahora que soy ligeramente hipermétrope, siento un nuevo respeto por las personas que utilizan gafas 16 horas al día. La cantidad de preciosos minutos que se pueden desperdiciar en lavar y limpiar unos cristales durante toda una vida me da vértigo.
Utilizar gafas, además, despierta temores ancestrales, de esos que han sido introyectados vilmente en nuestras madres. Tarde o temprano, siempre habrá alguien que te diga “¿me dejas probarme tus gafas?”. Entonces te asaltará la duda junto con unos molestos sudores fríos: ¿Y si no están perfectamente limpias? ¿qué va a pensar de mí?. Y comprenderás por qué los marujos siempre sufren cuando reciben invitados en casa sin previo aviso.
Si se es cuidados@ por naturaleza, las gafas se convierten en una obsesión rayana en lo obsesivo-compulsivo y muchas de las actividades que antes se realizaban con naturalidad ahora quedarán modificadas o limitadas: comerás y beberás con miedo de que se te escapen los cubiertos o el vaso y te rayen los cristales; dejarás de abrazar a la gente o de leer de costado por temor a cargarte las patillas y sufrirás estúpidos ataques de vértigo cada vez que subas unas escaleras o des un salto por temor a que se te caigan. Llevar algo caro y delicado encima es una responsabilidad para la que no todos estamos preparados. Básicamente, es como si una joyería de lujo nos prestara un artículo y nos pidiera que lo lleváramos todos los días pero con ropa de calle, en lugar de una ocasión especial, como ser invitad@ a los oscar.
Pero volviendo al tema principal, en mis últimos y gafiles tres meses y medio, lo más inquietante (y triste) que he descubierto,  ha sido que estamos condenados a esforzarnos continuamente por “limpiar y lavar”. Ver la realidad, con un 100% de nitidez y durante un periodo medio o prolongado de tiempo, es imposible.

4 commentaires:

  1. Por una vez, y espero que sirva de precedente, no voy a borrar una actualización a pesar de su escaso (o nulo) éxito, y del hecho de que para mi no tenga sentido escribir sin feedback.

    Intuyo tiempos oscuros para la blogosfera...

    :(

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  2. Jajaja, he tenido que leérsela a mi madre, porque la pobre se pasa media vida limpiando sus gafas,se ha sentido muy identificada. En mi familia, todos, excepto yo, llevan gafas, y más de una vez me han explicado detalladamente todos los contras de la pérdida de visión.

    Me alegra de que no la hayas borrado =)

    Kisses con gafas***

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  3. Y porqué la ibas a borrar? Yo tb llevo gafas! menos horas de las que las necesito! pero las llevo, a veces sucias no lo siguiente, pero soy vaga de cojones ALhy!
    que coñazo llevar gafas! ains!

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  4. estoy de acuerdo contigo en todo. nunca están limpias jejejej nunca

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