lundi 20 mai 2019

Game of Thrones: de psicópatas, esquizofrenia y Targaryens (Parte 2)



[Si no eres fan de Game of Thrones  o formas parte del fandom y aún no has visto el 8x05, huye de esta entrada como si te persiguiera el dragón Viserion abducido por el Night King]


El término “locx” se evita conscientemente en psicología. Resulta denigrante, injusto e inexacto. Un/a enfermx mental debe estar siempre libre de cualquier tipo de estigmatización o etiqueta social peyorativa.

Esquizofrenia paranoide

Lo que, comúnmente, en el inconsciente colectivo, se entiende como “locx”, encajaría, básicamente, como esquizofrenia paranoide. Las personas que son diagnosticadas con este trastorno deben poseer, durante al menos 6 meses, síntomas de tipo psíquico tales como alucinaciones auditivas (a menudo en forma de voces en tercera persona que hablan sobre el sujeto y que tienden a tener un contenido amenazador y un carácter persecutorio) e ideas delirantes a causa de estas últimas.  Lxs pacientes forman una narrativa de la realidad distorsionada y pueden autoconvencerse de que están siendo perseguidxs o hasta poseídxs. También pueden aparecer delirios de grandeza o, incluso, de tipo mesiánico, considerándose una divinidad o alguien con grandes poderes o en posesión de una verdad absoluta que nadie más conoce (¿recordáis al matemático John Nash en la infame Una mente maravillosa?). No es infrecuente que también puedan aparecer delirios de lectura de pensamiento (muchxs de sus enfermxs creen leer en las mentes conspiraciones, ataques y agresiones futuras).




Targaryens

Por las descripciones, tanto de las novelas como de la serie, esta sintomatología, posiblemente, encajaría con el padre de Daenerys, comúnmente conocido como “Mad King”. El trono de hierro sentó mal a Aerys II. Aunque comenzó siendo un buen rey, con el tiempo, acabó siendo víctima de sus propios delirios paranoicos, llegando a creer que el reino entero quería asesinarlo y/o conspiraba en su contra (Burn them all!). Jaime Lannister, “the Kingslayer”, evitó a tiempo lo que podría haber acabado convirtiéndose en el genocidio de la mismísima capital de Westeros. Lo que pocxs imaginaban, era que su hija acabaría, años después, tomando el sangriento testigo.




Y es que, asumamos, por un momento, que fuera posible que este mismo tipo de esquizofrenia estuviera escrito en los genes (¡ay!) de la madre de los dragones. En la octava temporada la hemos visto insegura, aterrada, frustrada, enrabietada, herida por el duelo de seres que amaba, el despecho de “su gran amor” y la toxica soledad. Habría sido terrible, doloroso e interesante, al mismo tiempo, ser testigxs del gradual cambio de personalidad de la Khalessi. Porque si, tarde o temprano todo lo vivido tendría que haberle pasado factura. Nadie puede sobrevivir sin amor y ella no habría sido una excepción. De ser una líder empoderada, bienintencionada, megalómana, soberbia, inflexible (solo hacia sus enemigos), aunque empática y solidaria con las victimas del mundo, pasaría a convertirse, poco a poco, en una tirana esquizofrénica, fría y endurecida por el desamor, autoritaria, siempre con las reservas bajas o nulas de empatía. Básicamente, una Cersei amenazada por voces y visiones paranoicas.  



Sin embargo, en la serie no hemos visto nada de todo esto. Dany estaba (o debería) estar en estado de shock por todas las pérdidas que acababa de sufrir, viviendo sus múltiples duelos, asimilando. No obstante, cuando alcanza su objetivo con una facilidad pasmosa y King’s landing, al completo, se rinde a sus pies, no se conforma con ello y, sin venir a cuento, sufre un ataque agudo de psicopatía genocida y comienza a asesinar a todo el mundo. Daenerys no escuchaba voces, ni leía mensajes en las nubes, ni veía asesinxs enmascaradxs por los rincones. No había tenido síntomas de esquizofrenia hasta la fecha. Tampoco de psicopatía. Creció siendo una exiliada y, sobre todo, una víctima, por eso empatizaba con ellas. Su ataque de furia sádica no fue “en caliente”, presa de la ira tras sufrir un gran golpe (si Cersei hubiera ejecutado a Missandei o matado a Rhaegal en el instante post-campanas, podría entenderse un ataque casi kamikaze contra la fortaleza roja). Su crueldad fue algo frío, catártico, cruel, deliberado. Una maniobra desproporcionadísima que solo podría ejecutar una homicida sin un ápice de empatía, remordimientos, ni sentimiento de culpa. Sin embargo nadie, NADIE, se convierte en peligrosa psicópata, de adultx, en dos días, solo por estar sola y hundida y tener roto el corazón. Nadie pasa, directamente, del paso A al Z y asesina a un millón de personas a menos que se haya convertido mágicamente en un monstruo. Porque, como se ha visto en alguna crítica, el único y verdadero monstruo de esta historia son sus adaptadores, capaces de sacrificarlo todo y a todxs, de un plumazo, con tal de lograr una sorpresa XXL que desencaje todo tipo de mandíbulas.



El de Dany es, posiblemente, el mayor, más irrespetuoso, precipitado y chapucero deus ex machina en el arco de un personaje visto en una serie de calidad. Querían, a toda costa, que estuviera más enferma que su padre y que lo hiciera sin progresión ni desarrollo, de la noche a la mañana. Como humilde licenciada en psicología, la idea me duele solo de pensarla, pero, al parecer, según D&D, lo que determina nuestra personalidad, por encima de todas las cosas, es nuestra sangre; no hay elección, las personas heredan rasgos, no cambian, ni evolucionan, ni pueden usar a su familiares como contraejemplo. En el monte de los Targaryen todo es dracarys a menos que “no sean verdaderos dragones” o tengan mezcla de otras sangres, como la honorable Stark. Y Daenerys, en lugar de la antagonista potente, trágica y carismática que podría haber sido, ha pasado a convertirse, en dos capítulos, simplemente y con un insoportable tufillo misógino, en “la p*** loca” (recordemos la machirula frase de William Congreve “hell hath no fury like a woman scorned” o “no hay furia en el infierno comparable a la de una mujer despechada”). Gracias por la involución, D&D y HBO.







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