[Si
no eres fan de Game of Thrones o formas
parte del fandom y aún no has visto el 8x05, huye de esta entrada como si te
persiguiera el dragón Viserion abducido por el Night King]
El
término “locx” se evita conscientemente en psicología. Resulta denigrante, injusto
e inexacto. Un/a enfermx mental debe estar siempre libre de cualquier tipo de
estigmatización o etiqueta social
peyorativa.
Esquizofrenia paranoide
Lo
que, comúnmente, en el inconsciente colectivo, se entiende como “locx”,
encajaría, básicamente, como esquizofrenia paranoide. Las personas que son
diagnosticadas con este trastorno deben poseer, durante al menos 6 meses, síntomas
de tipo psíquico tales como alucinaciones
auditivas (a menudo en forma de voces en tercera persona que hablan sobre
el sujeto y que tienden a tener un contenido amenazador y un carácter
persecutorio) e ideas delirantes a
causa de estas últimas. Lxs pacientes
forman una narrativa de la realidad distorsionada y pueden autoconvencerse de
que están siendo perseguidxs o hasta poseídxs. También pueden aparecer delirios de grandeza o, incluso, de tipo mesiánico, considerándose una
divinidad o alguien con grandes poderes o en posesión de una verdad absoluta que
nadie más conoce (¿recordáis al matemático John Nash en la infame Una
mente maravillosa?). No es infrecuente que también puedan aparecer delirios de lectura de pensamiento (muchxs
de sus enfermxs creen leer en las mentes conspiraciones, ataques y agresiones futuras).
Targaryens
Por
las descripciones, tanto de las novelas como de la serie, esta sintomatología,
posiblemente, encajaría con el padre de Daenerys, comúnmente conocido como “Mad
King”. El trono de hierro sentó mal a Aerys II. Aunque comenzó siendo un buen
rey, con el tiempo, acabó siendo víctima de sus propios delirios paranoicos, llegando
a creer que el reino entero quería asesinarlo y/o conspiraba en su contra (Burn them all!). Jaime Lannister, “the Kingslayer”, evitó a tiempo lo que
podría haber acabado convirtiéndose en el genocidio de la mismísima capital de
Westeros. Lo que pocxs imaginaban, era que su hija acabaría, años después, tomando
el sangriento testigo.
Y
es que, asumamos, por un momento, que fuera posible que este mismo tipo de
esquizofrenia estuviera escrito en los genes (¡ay!) de la madre de los
dragones. En la octava temporada la hemos visto insegura, aterrada, frustrada,
enrabietada, herida por el duelo de seres que amaba, el despecho de “su gran
amor” y la toxica soledad. Habría sido terrible, doloroso e interesante, al
mismo tiempo, ser testigxs del gradual cambio de personalidad de la Khalessi. Porque
si, tarde o temprano todo lo vivido tendría que haberle pasado factura. Nadie
puede sobrevivir sin amor y ella no habría sido una excepción. De ser una líder
empoderada, bienintencionada, megalómana, soberbia, inflexible (solo hacia sus
enemigos), aunque empática y solidaria con las victimas del mundo, pasaría a
convertirse, poco a poco, en una tirana esquizofrénica, fría y endurecida por
el desamor, autoritaria, siempre con las reservas bajas o nulas de empatía.
Básicamente, una Cersei amenazada por voces y visiones paranoicas.
Sin
embargo, en la serie no hemos visto nada de todo esto. Dany estaba (o debería)
estar en estado de shock por todas las pérdidas que acababa de sufrir, viviendo
sus múltiples duelos, asimilando. No obstante, cuando alcanza su objetivo con una
facilidad pasmosa y King’s landing, al completo, se rinde a sus pies, no se
conforma con ello y, sin venir a cuento, sufre un ataque agudo de psicopatía
genocida y comienza a asesinar a todo el mundo. Daenerys no escuchaba voces, ni
leía mensajes en las nubes, ni veía asesinxs enmascaradxs por los rincones. No había
tenido síntomas de esquizofrenia hasta la fecha. Tampoco de psicopatía. Creció
siendo una exiliada y, sobre todo, una víctima, por eso empatizaba con ellas. Su
ataque de furia sádica no fue “en caliente”, presa de la ira tras sufrir un
gran golpe (si Cersei hubiera ejecutado a Missandei o matado a Rhaegal en el
instante post-campanas, podría entenderse un ataque casi kamikaze contra la
fortaleza roja). Su crueldad fue algo frío, catártico, cruel, deliberado. Una
maniobra desproporcionadísima que solo podría ejecutar una homicida sin un
ápice de empatía, remordimientos, ni sentimiento de culpa. Sin embargo nadie,
NADIE, se convierte en peligrosa psicópata, de adultx, en dos días, solo por
estar sola y hundida y tener roto el corazón. Nadie pasa, directamente, del
paso A al Z y asesina a un millón de personas a menos que se haya convertido
mágicamente en un monstruo. Porque, como se ha visto en alguna crítica, el único
y verdadero monstruo de esta historia son sus adaptadores, capaces de
sacrificarlo todo y a todxs, de un plumazo, con tal de lograr una sorpresa XXL que
desencaje todo tipo de mandíbulas.
El
de Dany es, posiblemente, el mayor, más irrespetuoso, precipitado y chapucero
deus ex machina en el arco de un personaje visto en una serie de calidad. Querían,
a toda costa, que estuviera más enferma que su padre y que lo hiciera sin
progresión ni desarrollo, de la noche a la mañana. Como humilde licenciada en
psicología, la idea me duele solo de pensarla, pero, al parecer, según D&D, lo
que determina nuestra personalidad, por encima de todas las cosas, es nuestra
sangre; no hay elección, las personas heredan rasgos, no cambian, ni
evolucionan, ni pueden usar a su familiares como contraejemplo. En el monte de
los Targaryen todo es dracarys a menos que “no sean verdaderos dragones” o tengan
mezcla de otras sangres, como la honorable Stark. Y Daenerys, en lugar de la
antagonista potente, trágica y carismática que podría haber sido, ha pasado a
convertirse, en dos capítulos, simplemente y con un insoportable tufillo
misógino, en “la p*** loca” (recordemos la machirula frase de William Congreve “hell hath no fury like a woman scorned” o
“no hay furia en el infierno comparable a la de una mujer despechada”).
Gracias por la involución, D&D y HBO.
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