Tras
varias décadas de existencia en este sistema enfermito, injusto y opresor,
tengo muy claro que estoy hasta la luna de Endor de ciertos comportamientos y
actitudes machunos. Por lo tanto, tolerancia 0 hacia cualquiera que pretenda herir,
ningunear, discriminar, silenciar, despreciar, humillar o avergonzar a una mujer solo por el
hecho de serlo. La época conciliadora de palabras medidas y buenas formas is
gone.
Empecemos por una actitud, la que sea…
The Wolf (o Sr. Lobo)
A
los hombres se les educa para ser prácticos, directos y resolutivos y a ejercer
ese rol siempre “de puertas para afuera”. Todo lo que corresponda al terreno
emocional y al de las relaciones interpersonales está fuera de su zona de
confort. Les cuesta no ponerse en mode “práctico y activo” y nuestro querido
heteropatriarcado especista (sí, es largo y suena “mu’ complicao”, pero es lo
que hay) les ha inculcado que “deberían saberlo todo” (o que, al menos, deberían
saber más que nosotras). Pero con una inteligencia emocional más pobre que la
de las mujeres, abocadas asquerosamente al cuidado ajeno y a las demandas de la
vida familiar-social, la consecuencia inevitable es que las conversaciones acaben
siendo extrañamente asimétricas a la hora de comunicarse en lenguaje emocional.
Para una mujer, resulta muy, muuuuy frustrante, compartir sus neuras, penas y
miserias cotidianas a un hombre y que él reaccione a lo Pitágoras, o séase, como
si ese comecocos/neura/dolor fuera un problema matemático que él tuviera que
resolver a toda costa.
Y es que la mayoría de los hombres aún no se han dado
cuenta de que:
A)
No se les ha pedido ayuda.
B)
No son el señor Lobo en Pulp Fiction. No solo no lo saben
todo, sino que hay asuntos que están fuera de su comprensión y/o son demasiado
complejos para tener una solución directa, simple y práctica (y, de todas
formas, le correspondería a la/al afectadx resolverlos y/o aguantar el
chaparrón, no a ellos).
Y,
aunque a veces no se de cuenta o esté lejos de la intención del lobuno en
cuestión, suele surgir esa asquerosa condescendencia y paternalismo machista,
como si el señor Lobo se autoresponsabilizara de tus problemas “by the face”,
tomara los resolutivos mandos e, inconscientemente, te estuviera diciendo “eres demasiado frágil y torpe para
solucionarlo. Déjame a mí”.
Queridos
Señores Lobo, la próxima vez que una mujer (o cualquier ser humano) os cuente
un problema (emocional o no), en lugar de pensar en lo que creéis que deberíais
hacer, simplemente escuchad lo que se
os está diciendo: ¿Os están pidiendo un préstamo?¿un lugar donde dormir unos
días?¿ejercer de cat sitter?¿resolver instantáneamente un marrón
con vuestra varita mágica?¿o simplemente se están desahogando?
Y
es que me atrevería a asegurar que en el 90% de las ocasiones (quizá me quede
hasta corta), y a menos que se pida ayuda directamente (en plan “¿tú qué
harías?”), compartir una preocupación es sólo
un desahogo. Cuando una mujer se encuentre en una situación o momento
complicado y os cuente lo mucho que eso le duele, desquicia y/o amarga la
existencia, normalmente, lo único que espera de vosotros es empatía. Si
realmente queréis ayudar, haced lo único posible, eso que normalmente, por
falta de práctica, os cuesta tanto:
escuchar.
*
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