El problema de estos duros y delicados acontecimientos, suele ser un bloqueo del elemento regulador básico de nuestra herencia como “homo emotivus”: la empatía.
La mayoría de la gente está tan preocupada por decir algo reconfortante, profundo y trascendental, que se olvida completamente de la persona que tiene enfrente. Inconscientemente, a pesar de su buena faith, su incomodidad les abduce y acaban convertidos en una descontrolada máquina expendedora de tópicos. De tal forma que, los actores secundarios del evento (oséase, los familiares y seres queridos del difunto en cuestión), se pasan toda la jornada en un déjà vu continuo, viendo una y otra vez la misma mala película, con la esperanza (inconfesa) de que alguien se cargue sin vacilar al guionista, o de que, en su defecto, le dejen jugar (al menos) a una partida de paintball con todos aquellos que le acribillan con "no somos nadie" “a todos nos tiene que llegar” o “que le vamos a hacer, la vida es asín”.
Pero si hay un pésame (supuestamente animoso) que causa el mismo efecto que unas uñas de guitarrista andaluz deslizándose maliciosamente por una pizarra, ese es “te acompaño en el sentimiento”. Escucharlo en pleno culmen del dolor por la perdida de un ser querido, provoca instantáneamente una reacción pavloviana de: morderle un ojo al vecino del quinto, atizarle un izquierdazo en la zona más dolorosa de su anatomía a ese primo séptimo de Cuenca, o bien gritarle en Dolby Surround un “¡Pero cómo carajo me vas a acompañar si apenas le conocías, cara huevo!” al sobrino de la amiga de la tía segunda por parte de madre de tu abuela.
¿Cómo explicar a las mentes rígidas que un simple “lo siento(mucho)” es más que suficiente; o, mejor aún, que una simple mirada o abrazo sincero pueden quitarle el oscar el mejor repertorio de pésames del mundo?
Pasado el primer mal trago, la colección de improcedencias no mejora, sino todo lo contrario. Días, incluso semanas después del fatídico evento, el "superviviente" se topa con todo un inoportuno microcosmos de conocidos que, o bien le evitan por temor a que, presa por el dolor, se tire al suelo rasgándose las vestiduras al más puro estilo "viuda siciliana", o bien sienten la imperiosa necesidad de recordarle, con más o menos sadismo, los detalles más macábramente dolorosos de la vida del fallecido; tanto si surge la conversación como si no. Ellos tienen que demostrar que lo sienten y están dolidos a toda costa, lo de menos es sobrecargar o “intoxicar” a la sufrida "víctima".
Es en este tipo de ocasiones, cuando lamentas que no haya clases de “duelo” en el instituto o, más bien de "habilidades intrapersonales" en el tierno jardín de infancia. Tal vez si no hubieran quitado de la programación Barrio Sésamo...
La mayoría de la gente está tan preocupada por decir algo reconfortante, profundo y trascendental, que se olvida completamente de la persona que tiene enfrente. Inconscientemente, a pesar de su buena faith, su incomodidad les abduce y acaban convertidos en una descontrolada máquina expendedora de tópicos. De tal forma que, los actores secundarios del evento (oséase, los familiares y seres queridos del difunto en cuestión), se pasan toda la jornada en un déjà vu continuo, viendo una y otra vez la misma mala película, con la esperanza (inconfesa) de que alguien se cargue sin vacilar al guionista, o de que, en su defecto, le dejen jugar (al menos) a una partida de paintball con todos aquellos que le acribillan con "no somos nadie" “a todos nos tiene que llegar” o “que le vamos a hacer, la vida es asín”.
Pero si hay un pésame (supuestamente animoso) que causa el mismo efecto que unas uñas de guitarrista andaluz deslizándose maliciosamente por una pizarra, ese es “te acompaño en el sentimiento”. Escucharlo en pleno culmen del dolor por la perdida de un ser querido, provoca instantáneamente una reacción pavloviana de: morderle un ojo al vecino del quinto, atizarle un izquierdazo en la zona más dolorosa de su anatomía a ese primo séptimo de Cuenca, o bien gritarle en Dolby Surround un “¡Pero cómo carajo me vas a acompañar si apenas le conocías, cara huevo!” al sobrino de la amiga de la tía segunda por parte de madre de tu abuela.
¿Cómo explicar a las mentes rígidas que un simple “lo siento(mucho)” es más que suficiente; o, mejor aún, que una simple mirada o abrazo sincero pueden quitarle el oscar el mejor repertorio de pésames del mundo?
Pasado el primer mal trago, la colección de improcedencias no mejora, sino todo lo contrario. Días, incluso semanas después del fatídico evento, el "superviviente" se topa con todo un inoportuno microcosmos de conocidos que, o bien le evitan por temor a que, presa por el dolor, se tire al suelo rasgándose las vestiduras al más puro estilo "viuda siciliana", o bien sienten la imperiosa necesidad de recordarle, con más o menos sadismo, los detalles más macábramente dolorosos de la vida del fallecido; tanto si surge la conversación como si no. Ellos tienen que demostrar que lo sienten y están dolidos a toda costa, lo de menos es sobrecargar o “intoxicar” a la sufrida "víctima".
Es en este tipo de ocasiones, cuando lamentas que no haya clases de “duelo” en el instituto o, más bien de "habilidades intrapersonales" en el tierno jardín de infancia. Tal vez si no hubieran quitado de la programación Barrio Sésamo...
ains, yo en esos momentos me sentí como michael douglas en un día de furia, preguntándome donde me había dejado el arma, arf
RépondreSupprimerun buen abrazo, tan sólo un buen abrazo hubiera bastado...
Besos abrazantes .^
La gente pierde el sentido del razocinio en esos momentos... yo tampoco sé ni qué decir ni cómo decirlo, por lo que prefiero dar un abrazo y un beso, así no meto la pata.
RépondreSupprimerMe gusta pasar a tomar la merienda aquí contigo, la próxima vez traeré unas fraises tagada.
Besos.
Creo sinceramente que en muchos casos se da el: "No sé cómo se sienten los demás, pero tengo que demostrar que YO lo siento".
RépondreSupprimerMuchos no piensan en quien está sufriendo, sino en mostrar sus condolencias. Cuando en realidad lo importante es lo primero.
Un beso!
Eso digo yo.. porque quitaron barrio sesamo con lo instructivo que era.
RépondreSupprimerBueno lo que yo intento pensar es que son momentos en los que te pones tan nervioso o estan tan descolocado que te salen chorradas tipo te acompaño en el sentimiento. y lo mejor es no tenerselo en cuenta porke sino..ais con lo bonito ke es decir lo siento mucho...
cuanto nos queda por aprender sobre tacto...
besosss
La verdad es que es una de las sensaciones mas incomodas que te puedes encontrar... ademas de no saber que decir, siempre piensas que en ese momento la otra persona se puede derrumbar y te sientes como cuando te sientas en el capo de un coche y suena la alarma... no sabes que hacer!!! abrazas el coche o te vas corriendo?? XD!
RépondreSupprimerhttp://www.eldeber.com.bo/rblog/radioplaneta/2008/07/cortazar_conducta_en_los_velor.html
RépondreSupprimerhimaginario