Mentiría
si dijese que la moda es lo que más me apasiona en el mundo, pero también si no
admitiera que me gusta la ropa, descubrir nuevas tendencias e intentar
expresarme a través de ellas. Mi debilidad, desde que puedo recordar, son las
t-shirts, especialmente las frikis. Durante los últimos años, mi armario ha acumulado
una cantidad nada despreciable de camisetas cinéfilas, melómanas, con mensaje,
etc. Las cuido bastante. Procuro ir alternándolas para no usarlas demasiado y,
de esta forma, alargar su ciclo de vida. Como tengo la misma talla desde que
era una adolescente, algunas de las más atemporales tienen casi dos décadas (prácticamente
unos dinosaurios textiles en términos actuales).
Durante
este 2019 que está a punto de abandonarnos, tanto durante las rebajas de
invierno como en las de verano, amplié considerablemente mi colección
camisetil. ¿Las necesitaba? No, pero eran bonitas y/o frikis y estaban bien de
precio. Hasta hace muy poco, todas mis tees, incluidas las últimas
adquisiciones, eran (casi) un motivo de orgullo (my precious!”), pero desde que descubrí la contaminante, suicida y
terrible verdad que esconde el fast fashion, instantáneamente, se han convertido
en mi vergüenza. Si quiero ser responsable y solidaria con el mundo en el que
vivo y, sobre todo, coherente con mis principios y con el lema ambientalista
del que me he apropiado: “Be part of the
solution, not part of the pollution”, cosas como las rebajas, las compras (camisetiles
o no) por capricho o los chollazos tipo “Black Friday” deben desaparecer de mi
vida. No sólo tengo que despedirme de las camisetas, sino que mi forma de
consumir debe cambiar radicalmente.
¿Es realmente para
tanto?, estaréis
pensando algunxs. Lamentablemente, sí. De hecho, es mucho peor de lo que la
mayoría imagina.
¿Qué es el fast fashion?
Se
trata de un término usado por los minoristas de la moda. Consiste en una
estrategia para recrear, de alguna manera, las tendencias de las grandes casas
de moda que se presentan en Fashion Week, manufacturando prendas mucho más
rápido y a un bajo precio para que lxs consumidorxs promedio tengan la
oportunidad de adquirir esas prendas a un precio mucho más accesible.
Actualmente
sigue creciendo la cantidad de marcas de moda que tienen este título plasmado
en su ADN. Las más conocidas son: Zara, H&M, Forever21, ASOS, Mango,
Primark y Topshop.
Violación de derechos
humanos
Como
en casi todo lo que tiene que ver con las industrias actuales, la regla es
producir mucho, rápido y barato, con el fin de que las unidades aumenten mes a
mes, por lo que las grandes empresas aprovechan los vacíos legales en materia
laboral y ambiental que operan en países tercermundistas para reducir al máximo
los precios, y así, conseguir vender la ropa a precios ridícula y
vergonzosamente bajos.
Las
empresas se aprovechan de la necesidad de los países pobres de tener inversión
extrajera, lo que tiene como consecuencia la debilitación de los sindicatos y
creación de leyes que favorezcan al inversionista extranjero, en vez de los
trabajadores, lo que se conoce como outsourcing.
Dado lo barata que es ahora la ropa, probablemente nadie se sorprenderá al
saber que las personas que las hacen, que son abrumadoramente mujeres en países
del segundo y tercer mundo, no reciben un salario digno. Lxs trabajadorxs de la
confección en Bangladesh, el segundo mayor exportador mundial de ropa
confeccionada, ganan 3,5 veces menos de lo que necesitan para un nivel de vida
básico.
Muchos
de los lugares de donde proviene la ropa, como China y Taiwán, tienen pocas
protecciones para estxs trabajadorxs. Se ven obligadxs a cumplir objetivos
altos o corren el riesgo de ser despedidxs, por lo que pueden trabajar largas
horas y perder descansos del baño y el almuerzo para hacer su trabajo.
En
muchos países, la violencia y el trabajo infantil también son un problema.
Digámoslo con todas las letras y, como consumidorxs, asumamos nuestra
responsabilidad: human rights violation.
Estas empresas son responsables de generar explotación
y esclavismo.
Enorme huella medioambiental:
* Derroche de agua
En
el evento de la ONU, Fashion and the Sustainable
Development Goals: What Role for the UN?, se advirtió de que tras la
industria energética, la de la moda es
la que utiliza más agua para sus procesos en todo el mundo (el daño se
inicia desde el momento en que elabora la prenda y continua cada vez que se
lava en casa). Como alertó una de las analistas de la ONU, Birgit Lia Altmann, solo para producir un kilo de algodón se
necesitan más de 10.000 litros de agua. En otras palabras, la cantidad de
agua que requiere fabricar unos vaqueros normales y corrientes es la misma que
consume un individuo en diez años. ¡Diez! ¿Cómo se puede permitir semejante
despilfarro cuando aún hay seres alrededor del mundo que enferman y mueren por
no tener agua potable a su disposición?
Dato
escalofriante: El volumen de agua consumida actualmente para producir ropa es
de 70 mil millones de metros cúbicos y, como no lo evitemos, aumentará en un
50% para 2030.
* Uso de pesticidas y
materiales tóxicos
Tristemente,
la problemática no se reduce, únicamente, al derroche acuatico, sino que
también se utilizan muchísimos pesticidas
peligrosos en la producción de estas prendas, especialmente, en el algodón
(Según Greenpeace, se encontraron residuos hormonales y químicos cancerígenos en ropa hecha por 20 marcas reconocidas como
Armani, Benetton, Calvin Klein, Diesel, Esprit, Gap, Levi Strauss & Co.,
Victoria’s Secret y Zara).
Muchos
materiales artificiales contienen microfibras, que son pequeñas piezas de
plástico que se introducen en los suministros de agua a través del lavado. Cuando
llegan a mares y ríos, contribuyen a la muerte de peces antes de alcanzar la
madurez, amenazando poblaciones enteras.
* Contaminación y crisis
climática
El
fast fashion también tiene un papel
relevante en la contaminación de la
Tierra. Produce, nada más ni nada
menos, que el 20% de las aguas residuales que se generan a nivel mundial y es
responsable del 10% de las emisiones de dióxido de carbono que se emiten a la
atmósfera. Una cantidad que es incluso mayor a la que dejan en el aire
todos los vuelos internacionales y transportes de mercancías juntos.
* Residuos textiles
Estamos
bajo la presión constante de comprar cosas nuevas, en lugar de reutilizar y
reciclar prendas “viejas” como las generaciones anteriores, lo que significa
que los ítems en nuestros armarios tienden a envejecer muy rápidamente. Esto
significa que millones de prendas terminan siendo tiradas cada año: un camión
de ropa se quema o se envía al vertedero cada segundo, según un informe de la
Fundación Ellen McArthur. A menudo, estos materiales no son biodegradables y
cuando comienzan a descomponerse, liberan metano a la atmósfera. Más
contaminación.
* Tala de árboles y
desplazamiento/extinción de especies
Se
talan de entre 70 a 100 millones de árboles cada año para hacer tela de rayón,
viscosa y modal. Aunque todos ellos se comercializan como más ecológicos, ya
que están hechos de materiales vegetales en lugar de plásticos como el
poliéster o el nylon, tienen un secreto oscuro: a menudo están hechos de
árboles viejos de bosques tropicales en peligro de extinción. La mayoría de las
personas conocen el vínculo entre los bosques, la ganadería y el papel, pero no
conocen el vínculo entre los ecosistemas forestales y la ropa que tienen en sus
armarios.
Las
fábricas de estos tejidos se encuentran en todo el mundo, pero las más
controvertidas obtienen sus árboles del bosque boreal de Canadá, la selva
tropical de Indonesia y el Amazonas. "Tenemos
estos magníficos bosques que, al ser arrasados, están liberando CO2 a pasos
agigantados y, como resultado, el cambio climático se está exacerbando, perdiendo
hábitats críticos para especies vulnerables", dice Nicole Rycroft,
fundadora y directora ejecutiva de Canopy, una organización sin fines de lucro.
"Es el aceite de palma del mundo de
la moda".
Una
fábrica de pulpa particularmente controvertida en el norte de Sumatra se
encuentra en medio de un bosque que alberga osos y tigres, además de
comunidades de granjeros nativos. Hasta que Canopy se involucró, el molino estaba
(con el beneplácito del gobierno) talando este bosque ecológicamente valioso y
convirtiéndolo en plantaciones de eucalipto. Un agricultor que intentó proteger
su tierra interponiéndose en el camino de las excavadoras fue encarcelado
durante tres meses.
Con
sus hogares arrasados, muchos animales se ven obligados a huir a “zonas
humanas” en las que son masacradxs, cazadxs con la excusa de “asesinar al
ganado”, capturadxs para zoos, peleas, etc, o abusadxs de todas las formas y
por todas las industrias posibles. Exactamente lo que ocurre en España con el
lobo y el oso, pero extendido a todas las especies autóctonas, muchas altamente
vulnerables o, como el orangután y el tigre, en grave peligro de extinción.
(Más) Crueldad Animal
Los
productos de moda de piel, cuero, plumas o pieles exóticas como zapatos,
bolsos, abrigos, jerseys y chaquetas a menudo se asocian con una calidad
superior, lujo y un precio caro. Pero por mucho que hayamos pagado por ese
artículo "lujoso", vale la pena recordar que un animal ha tenido que
pagar un precio aún más alto por él. En nombre de la moda, estos animales
tienen que pasar por el engorde, la privación de alimentos, el maltrato, métodos
de matar dolorosísimos y, a veces, incluso ser desolladxs/desplumadxs vivxs.
¿Por qué pagar para que le hagan a un animal lo que, probablemente, no
desearías ni para tu peor enemigo?
Por
otra parte, si bien es cierto que la lana puede ser un material ecológico, no
siempre se produce de la manera más ética. Las ovejas generalmente se esquilan una
vez al año con el propósito de usar su lana y este proceso puede ser bastante
doloroso para ellas. En Australia, de donde proviene la mayor parte de la lana,
es una práctica común usar una técnica dolorosa e inhumana llamada "mulesing"
para tratar de evitar el "picadura de mosca" (un problema común en el
clima australiano durante los meses calurosos y las moscas atacan a las ovejas)
. El "mulesing" implica cortar la carne de la parte trasera de la
oveja y a menudo se lleva a cabo sin analgésicos. ¿A qué ahora este clásico
material no mola tanto?
Soluciones y cambios de
consumo (y de vida)
Estos
datos evidencian que esta industria perjudica peligrosamente nuestra salud, el entorno,
otras especies y comunidades y nuestra supervivencia en la tierra, al ser una de las que más agrava los terribles efectos
de la emergencia climática. Todo esto llevó a Olga Algayerova, secretaria
ejecutiva de la Comisión Económica de las Naciones Unidas para Europa (UNECE, en
inglés), a recordar que se deben encontrar soluciones. "Está claro que la industria de la moda debe cambiar sus
engranajes y ser responsable con el medio ambiente", alertó para
también poner sobre la mesa que es crucial promover hábitos de consumo
sostenibles para minimizar los daños que deja el fast fashion.
Ahora los consumidores
compran más ropa que en el 2000
y cada producto se conserva la mitad del tiempo que entonces (es más, el 40%
nunca llega a utilizarse). Así que, para no formar parte de la polución o la nociva
producción de las compañías fast fashion,
es momento de que comencemos a analizarnos a nosotrxs mismxs y a decidir qué
hábitos de compra podemos y debemos cambiar.
A
finales del año 2017 la diseñadora Stella McCartney condenó a su industria como
“increíblemente dañina para el medio ambiente” y unió este pensamiento con la
defensora ambientalista Ellen MacArthur para pedir un cambio en la forma en la
que se fabrica su ropa. Lanzaron un informe que indica que si la industria continúa en su camino actual, para 2050, podría usar más
del 26% del presupuesto de carbono. ¡Con la que se nos viene encima!
Consejos Green para
la/el consumidor/a
1)
Di “no, gracias” a la fast fashion y
pásate a la slow fashion.
2)
Di “no, gracias” al plástico.
3)
Deja de comprar. El desafío no es comprar nada nuevo por el período de tiempo
más largo, comenzar con un mes y luego una temporada e intentar alargarlo por
un año.
4)
Comprar menos. Si lo haces, limita tus compras exactamente a lo que necesitas.
Haz que tus decisiones y actos cuenten.
5)
Compra productos sostenibles. Selecciona productos duraderos, ecológicos y
producidos que duren años.
6)
Compra telas naturales. Elija ropa hecha de telas naturales, como lino, cáñamo
u otros productos duraderos hechos de materiales sostenibles y biodegradables.
Reduce la compra de algodón debido a sus problemas de consumo de agua (y si lo
compras, que sea bio).
7)
Compra en empresas ecológicas y de comercio justo y transparentes de tu pueblo/ciudad.
8)
Di “no, gracias” al embalaje.
9)
Compra a diseñadores y fabricantes locales.
10)
Compra productos usados/de segunda mano.
11)
Lava menos (reduce el uso de agua).
12)
Compra cuero vegano (el cuero de hongos y el cuero de piña), u opta por comprar
piel sintética eco-friendly y productos reciclados o de segunda mano.
En
resumen, hagamos un cambio colectivo para lograr mejorar el mundo en el que
vivimos. No se trata de dejar de comprar ropa si realmente se necesita (recalquemos el “si” infinitas veces). Simplemente,
reutilicemos, reciclemos, compremos de segunda mano, etc. Y cuando eso no sea
posible, consumamos MENOS, consumamos MEJOR. Y nunca olvidemos la a menudo
menospreciada capacidad individual de aportar nuestro pequeño grano de arena:
dar ejemplo no es sólo la mejor manera de influir en los demás, sino que es la
ÚNICA.
Fuentes: www.greenpeace.org; codigonuevo.com;
factornueve.com; dulcesalerno.org; greyishgreen.com; her.ie; fastcompany.com