mardi 19 novembre 2013

El club de los filofóbicos




Hay un club en el que, como Groucho Marx, nadie querría ser aceptado como socio. Sin embargo, esta desconocida “institución” consta de muchos miembros que, tristemente, ni siquiera saben que lo son.
¿Qué es la filofóbia?
Se define como un persistente, anormal e injustificado miedo intenso a enamorarse, al compromiso y a mantener relaciones íntimas (sin embargo, en casos más agudos puede abarcar hasta el miedo de sentir amor hacia familiares y amigos).
¿Sigues pensando que esta definición es demasiado exagerada y que no se aplica a tu vida? Antes de sacar conclusiones precipitadas, lee atentamente las normas del club y comprueba si no formas parte de el.
 
 

*Primera norma del club de los filofóbicos:

Boicotear tu vida amorosa inconscientemente mediante los siguientes mecanismos de defensa

-       Estableciendo relaciones destinadas al fracaso o eligiendo a personas con las que una relación amorosa resulta imposible/inalcanzable (caracteres incompatibles, personas que viven lejos, gente más inmadura, personas no emocionalmente disponibles y/o ya enamorad@s de otra persona, etc).

-       Buscándo (o inventándo) defectos “imperdonables” de todas tus parejas como justificación para terminar la relación (o The Chandler Bing effect)

-       Ahuyentando a tu pareja provocando disputas y haciéndole daño intencionadamente, de tal forma que sea el/ella quien se aleje y de por terminada la relación antes de que llegue la etapa de la intimidad y el compromiso.

-       Retrayéndote evitando y ninguneando al otro de todas las maneras posibles, hasta que, frustrado y dolido, capte el mensaje y desaparezca de tu vida.

 

 

*Segunda norma del club:

El deseo de enamorarse siempre es directamente proporcional al pánico que la situación te provoca



*Tercera norma del club:

Mostrar una baja tolerancia a la soledad y la frustración que esta conlleva, pero, al mismo tiempo, atraerla y aferrarse a ella con uñas y dientes.

 


 *Cuarta norma del club:

Victimizar y achacar la larga lista de fracasos amorosos a

-       La mala suerte (“soy un/a pringad@ y nada me sale bien”¿por qué todos los imbéciles/capullos/neuróticos/inmaduros me tocan a mí?)

-       La autoexigencia (“aún no he encontrado a la persona perfecta o adecuada para mi”)

-       O al hecho de ser “un lobo solitario” (“yo es que prefiero mantener las opciones abiertas y no atarme a nadie”)

Nunca, o raras veces, admitir que, el verdadero motivo de tus fracasos en serie, además de una preocupante falta de autoestima, es el miedo (al dolor, al abandono, a no “merecer” ser querido y no ser lo suficientemente bueno para el otro, a la verdadera intimidad, a dejarse llevar y perder el control, etc.)

 


Si te reconoces como miembro de este club, no desesperes. El primer paso es darse cuenta de ello y el segundo (y tercero y cuarto y quinto y…) es identificar los síntomas a medida que se van presentando para luchar contra ellos. Necesitarás mucha paciencia, tanto propia como de la persona que elijas, pero ten siempre en cuenta, que si filofóbicos ilustres como Amélie Poulain, Chandler Bing o Holly Golightly lo han superado, tú también puedes.

Para saber más, read el primer post ;)


 

 
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lundi 4 novembre 2013

Diccionario básico para acreditados zinemaldiles




Tras colarme felizmente en lo que hasta ahora había sido una fiesta VIP y de aprender algunas técnicas de supervivencia, resultaría muy egoísta y muy poco solidario por mi parte no compartir mi experiencia en forma de este diccionario básico para futur@s aceditados del Zinemaldia. So, are you ready? ;)


* Anti-ortopedia

Aunque casi todo el mundo piense que pasarse horas sentad@ viendo películas en pantalla grande es un chollazo incuestionable, lo cierto es que la butaca festivalera media nunca pasaría una ITV de confort. La que no ataca con saña directamente a los riñones, hiere peligrosamente la delicada zona del cuello. Si a eso sumamos el hecho de permanecer sentad@ durante una media de 10 horacas en una postura anti-ortopédica, bailando la tarantela pero sin poder estirar las piernas, alabado sea aquel/la que al final de los 9 días de Zinemaldi no acabe con algún dolor o mini lesión en el hombro, los pies, las pantorrillas o las sufridas rodillas.
Consejo: probar posturas alternativas (o El kamasutra del cinéfilo). La mía, para estupor de mis vecinos de butaca: sentarme en la posición del loto (o medio loto), pero sin el “ohm”, of course.


* Clanes

Hay una lección que el advenedizo aprende instantáneamente desde la primera jornada: los acreditados se mueven en clanes, muchos de ellos formados desde hace años (incluso décadas), perfectamente estructurados y definidos y en los que cada miembro tiene un rol muy determinado. Se les reconoce fácilmente porque, como todo animal de costumbres, tienen tendencia a marcar su territorio siempre en las mismas zonas del patio de butacas, ocupando, abusiva y descaradamente, filas enteras. Una irritante técnica popular consiste en que el miembro más previsor (o pringadillo) del clan, guarde asientos para todos los ausentes utilizando jerséis, bolsos, la gaceta del festival, el transportin del perro, lo que sea. Además, hay acreditados de izquierdas y de derechas, delanteros, medios y traseros, amén de acreditados de palco y/o de piso de arriba.
La prueba para ser admitid@ dentro de uno de estos clanes es bastante sencilla: sólo hay que pasar un test de cinefilia nivel Filmoteca Fnac, darle la razón mansamente al/a la líder del clan, invitar a todos los  miembros a una generosa ronda de pintxos (en el local de su elección), sacarle la puntilla a cada film tras su proyección (incluso aunque te haya parecido una obra maestra), despotricar contra algún celebérrimo crítico cinematográfico, y voilà, ya estás in.




* Confusión temporal (y multilingüe) y falta de sueño

Aunque el ritmo trepidante del Zinemaldi te empuje sin compasión ni remedio a habitar en una suerte de indefinido Nowhere Land entre el mundo real y el interno,  lo cierto es que, incluso a corto plazo, este intensísimo menú cinéfilo tiene algunos extraños efectos secundarios, entre los que se encuentran: desorientación espacial y temporal,  afasia transitoria (perdida intermitente del lenguaje o confusión interlingüe ocasionada por el hecho de tener que cambiar de idioma cada 2 horas), cabezacomounbombismo, alelamiento y sabelotodismo transitorio (o no).
Pero si hay un síntoma que agrava todo lo anterior y pone en peligro la salud mental, el criterio, la capacidad de asimilación y la coherencia, es la ineludible falta de sueño. Y es que si la primera sesión ronda las 9 de la morning y la última acaba hacia las 12 de la noche, a menos que se tenga una cama a 5 minutos de todos los cines festivaleros (o se decida sacrificar alguna sesión), Morfeo se tomará vacaciones de tu vida durante una semana larga. Por lo tanto, acostumbrarse a lucir unas ojeras tamaño berenjena de Almagro. Es lo que toca.

* Deshidratación

Si lo tuyo es el healthy drinking y eres adict@ a la hidratación, despídete de tu sano hábito o atente a las desagradables y bochornosas consecuencias. Durante el Zinemaldi, hay que pasar sed, aunque el mercurio marque 30 grados, te pique peligrosamente la garganta y tu piel vaya adquiriendo el aspecto acartonado y marchito de un ranger de Texas. Y es que si la media de cada película festivalera es de 115 minutos, aproximadamente, y las sesiones dobles son el pan de cada día, o bien tu vejiga es del tamaño del ego de Martin Scorsese o no te quedará más remedio que abandonar la sala inoportunamente (casi siempre en un momento crucial de la película), provocando miradas homicidas, protestas o, incluso alguna zancadilla traicionera. Y es que el que avisa no es ídem.
Recomendación: imaginarse que se está jugando un gran slam, como Nadal, Williams o Djokovic, y administrar muy mucho las dosis, dando pequeños tragos entre sesión y sesión.



* Pardillez

No te esfuerces. Si eres un/a “festival virgin” todo lo que emane de ti delatará tu incauta condición. No podrás evitar sentirte como una mezcla entre Peter Sellers en El Guateque, Paco Martínez Soria en La ciudad no es para mí y Anne Hathaway en Princesa por sorpresa (si, si, incluso se te caerán las cosas y te perderás estúpidamente por los rincones). Lo más chocante, en principio, es el cambio de estatus y los privilegios que eso conlleva. Y es que un nuevo acreditado pasa de dejarse el sueldo (o varios) en la compra de las solicitadísimas entradas, a recibir y recibir de forma abrumadora. Todo empieza desde la recogida de la acreditación. Se entra con la expectativa de recoger un simple colgante de plástico y se sale tan cargado de “regalos” (un press kit que contiene el bolso del festival, la guía completa de películas, un detalle del año anterior, o un breve diccionario interlingüe, entre otros) que se tiene la impresión de que ha llegado la Navidad.
También está el casillero o taquilla personal, esa plateada caja mágica en la que algún elfo enrollado cada día coloca info, posters, dossiers o regalos de las pelis presentadas (este año, lo que más ilu ha hecho, ha sido un muñequito de Doraemon y las canicas de Zipi y Zape). Para distinguir al advenedizo del desganado habitual, sólo hay que fijarse en el tiempo que el primero vacila antes de tirar al reciclator los foliacos llenos de horarios y de insulsa publicidad que acaba de descubrir en su taquilla (admitámoslo, en lo que respecta al Zinemaldia, cuesta desprenderse del complejo de Diógenes).
Pero si hay un lugar donde un new acreditado siente un subidón, una pardillez y un complejo de impostor maximus, es durante los coloquios/ruedas de prensa. El/la pobre empleará su tiempo en tratar de no babear y de no mantener la boca demasiado abierta, en reprimir sus impulsos de hacer preguntas nivel Yahoo, y en no acosar posteriormente al/a invitad@, cual adolescente super fan, pidiéndole que le firme en el suje/slip (o donde haga falta), independientemente de que se trate de Hugh Jackman, Annette Bening, Javier Cámara o Bertrand Tavernier.




* Postureo

La sabiduría popular asegura que el hábito no hace al monje, pero de cara a la galería ñoñostiarra, esta afirmación nunca ha tenido menos sentido que durante la semana festivalera. Ya puedes ir vestido de rosa Hello Kitty o caminar completamente desnud@ por el Boulevard, que los ojos del populacho se dirigirán única y exclusivamente al colgante de plástico que se balancea en tu cuello; y por este y únicamente por este, serás juzgado, valorado y etiquetado como ciudadan@ super suertudo o super VIP, despertando, instantáneamente, la admiración y el respeto de los que no te conocen y el ojiplatismo, el odio, y la chincha rabiña más viperina de los que sí (de hecho, puedes leer claramente en sus rostros el “¿pero tú cómo carajo has conseguido una acreditación si ni siquiera eres periodista?”).
Conscientes de su privilegiado estatus momentáneo y hambrient@s de protagonismo, much@s acreditad@s deciden explotar sus “15 minutos de fama”, aferrándose a su plástico de poder con firmeza borbónica mientras convierten la ciudad en una pasarela infinita las 24 horas de día. De hecho, han sido avistados acreditados bañándose en la Concha, asistiendo a una boda fugaz en Murcia y haciendo de extras en Águila Roja.

* Reposabrazos

En un entorno en el que el espacio vital se reduce hasta extremos intolerables  (solo superados por los de la estación de metro de Shinjuku en Tokio), gran parte de tu bienestar como espectador/a se reduce a un infravalorado elemento: el reposabrazos. Nadie lo admitirá jamás, pero lo cierto es que en todas y cada una de las sesiones se libra una guerra de poder con tus vecinos de butaca para conquistar y defender la mayor parte de centímetros posibles de tan preciado elemento. De hecho, durante esta batalla contra una lesión de hombro, puedes conocer el nivel de asertividad y el grado de autoestima de la persona que tienes al lado, si eres mínimamente observador/a.




* Tipología (acreditadoril)

Además del aburrido y predecible cinefagus estándar (ese que ve la mayor cantidad de películas posibles, cruzando sólo algunos límites de la resistencia humana) encontramos:

The boyerus cinefagus: resulta fácilmente reconocible por su “lemmon face”. Y es que mientras casi todos los presentes, profesionales o no, se sienten afortunados y agradecidos por poder asistir a tan ecléctico y apetitoso banquete cinéfilo, el boyerus actuará como si estuviera haciendo un gran sacrificio por la humanidad y hubiera que honrar su estupendísima presencia a cada dichoso segundo. No le gustará (casi) ninguna película, le pondrá pegas a todo, abusará del término “sobrevalorad@” y, por supuesto, tratará con una nada disimulada condescendencia a todos los que no sean de su misma (expertísima) opinión

The nexus cinéfagus: bien sea por compromisos laborales o por un desaforado amor al séptimo arte, este voraz acreditado planeará sus sesiones zinemaldiles tratando de ver el mayor número de sesiones posibles del mayor número de secciones existentes. Durante 9 días habitará en una suerte de limbo psicotrópico, apenas dormirá y se contentará con zamparse algún que otro pintxito ocasional, entre sesión y sesión, desafiando y/o obviando las molestas e inoportunas necesidades fisiológicas que limitan al resto de los cinéfilos mortales. La rumorología festivalera asegura que fueron creados específicamente para esto, y que, en el fondo, nunca han sido realmente humanos.

The dude cinefagus: Aunque aún no ha sido avistado ninguno ataviado con pantuflas y bata de andar por casa, lo cierto es que este singular acreditado (generalmente bloguer@ y veteran@) se tomará el maratón festivalero con una sorprendente pachorra. Madrugar o acudir al cine después de comer, por ejemplo, se convertirán en actividades estresantes altamente sobrevaloradas, al igual que tragarse películas que, de entrada, bien por pereza o por prejuicios, no le llaman en absoluto la atención (y/o le impiden dedicarse a otras actividades mucho más apetecibles). Al final del festival, en lugar de 20 o 30 films, puede acabar viendo sólo unos 10 (pero muy descansados, eso sí).

The Antesmuertoquesencillus cinefagus: Además de ver, disfrutar y sufrir películas, el antesmuertoquesencillo considera la semana zinemaldil como una oportunidad para mostrar al mundo que es un/a chic@ de lo más cool y trendy, así que en una pugna de comodidad versus vanidad, lo tiene claro: gana siempre la segunda. El calor bochornoso o el hecho de pasarse 15 horas de acá para allá, le importarán un rosebud. Si es mujer, no renunciará, bajo ningún concepto, a su maquillaje perfecto, sus botines altos o a sus zapatos de tacón, ni al hecho de llevar incómodos vestidos/faldas que le obliguen a llevar las rodillas dolorosamente imantadas. Si es hombre, nadie tocará un pelo de su barba hipster o desabotonará el primer botón de su camisa-alzacuellos, ni aunque haya que practicarle, con urgencia una reanimación cardiopulmonar.




P.S. Hay un término que no he incluido porque, a pesar de que todo el mundo asegura que son reales, por  horarios e incompatibilidades transportiles, no he tenido la oportunidad de disfrutar de ninguna de ellas (y, por lo tanto, aún no “existen” para mi, maybe next time). Esa palabra mágica es “fiesta”.
P.S.2. Algunas fotos de esta actualización son mías y otras han sido encontradas de forma caótica e inconsciente en la red. Si alguien reconoce alguna suya y le molesta su inclusión, que me lo haga saber y será retirada de inmediato.

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