lundi 13 mai 2013

9 hábitos que mis gatos me han robado para siempre




Como entusiasmada gatófila que lleva años conviviendo con mininos más o menos peluchones, confieso, no sólo que la vida diaria junto a estas fascinantes criaturas tiene sus inconvenientes, sino que me he visto obligada a renunciar a ciertas comodidades o hábitos que, de vez en cuando, echo de menos. Sin embargo, recuperar esas agradables y cómodas costumbres no compensaría la tristeza y la soledad polar que supondría no volver contar con un ronroneador en mi vida. ¿Sarna con gusto no pica? En este caso, y a pesar del irony mode de esta actualización, la respuesta es un rotundo Sí.

1-Dormir 8 horas de un tirón

Incluso aunque tengas la suerte de pertenecer a esa afortunada porción de humanos que duermen marmotilmente durante toda la noche, tener un gato cambiará ese sano hábito para siempre. Como tu michin@ es crepuscular y se siente en su apogeo energético al atardecer y al amanecer, tú, como su humano, abrirás diariamente los cansados ojos entre las 6 y las 7 de la mañana sí o sí. Los métodos despertadoriles son variados dependiendo de lo insistente, impaciente, cuco y puñetero que sea tu cat: maullidos lastimerísimos que hacen sospechar a los vecinos que el pobre animal está siendo torturado; pasos de claqué sin pudor ni piedad sobre el cuerpo del humano; lanzamiento de objetos valiosos (y ruidosos) con premeditación y alevosía dentro y fuera de la habitación; y scratching (o arañar machaconamente) sobre la puerta/pared hasta dejar antiestéticas marcas.




2-Hacer la cama a una hora razonable

Por si la frustración de no poder dormir de un tirón no fuera suficiente, y casi en plan recochineil, confirmando que tu sleep zone también es su territorio, tu felin@ se apoderará de tu cama mientras duermes (o nada más levantarte), y se acurrucará estratégicamente en el lugar más céntrico y ahuecado posible y en la postura más entrañable que conoce, de tal forma que no puedas hacer la cama hasta que su minina majestad decida abandonarla (y eso puede ser, de media, entre las 17:00 y las 2:001 h de la noche). Si eres un control freak incapaz de salir de casa con la cama deshecha, sufrirás especialmente con la pérdida de este hábito.







3-Tumbarse en el sofá/leer sin soportar peso gatuno extra

Los gatos son los únicos seres conocidos capaces de detectar a gran distancia sonidos tan sutiles como “humano repantingándose sobre un sofá”, “humano abriendo un libro” o “humano desdoblando una manta” y correrán raudos y veloces en cada ocasión hacia el origen de ese sonido para reclamarlo como propio. Y es que ningún gato puede resistirse a un humano sentado o tumbado. Incluso aunque no sea su humano y exista cierta desconfianza inicial, para ellos, un cuerpo de homo sapiens en posición horizontal es una cama potencial cuyo atractivo se multiplica por mil cuando está cubierto por una manta (preferencia que también es denominada blanket treatment). Prepárate para inmovilizarte dolorosamente cual faraón dentro de un sarcófago durante horas sin cambiar de postura o de hacer pesas involuntarias con los libros que no puedes apoyar en ninguna otra parte. Si tu gat@ no se mueve ni un solo ápice, tú no te mueves.




4-Navegar en internet sin interrupciones

Como un minino no puede entender que un humano sea capaz de observar durante largo tiempo algo que no se desplaza ni cambia de lugar, y es aún menos capaz de soportar sus cortas horas de vigilia siendo ignorado, mientras navegas por internet, posiblemente, 1) se plante impertérrito al lado de tu ordenador mirándote con cara de Shrek cat, en plan chantaje emocional; 2) frote su rostro contra la pantalla (al fin y al cabo, todo objeto casero es su territorio) para que te fijes en él/ella de una santa vez; ó 3) se eche directamente sobre el teclado en señal de reclamo o de protesta.

5-Ducharse sin voyeurs en invierno

Hay algo que a un gato le gusta más que una mantita o un humano febril: un radiador. Si quieres hacerlo feliz, enciende la calefacción para que el/ella pueda acomodarse encima. ¿Y cuál es el espacio más pequeño, resguardado y, por lo tanto, más fácil de calentarse en invierno? Un baño. Por lo tanto, es posible que el radiator del bathroom sea su preferido de toda la casa, lo cual implica que cada vez que te duches, tu gato estará allí, mirándote con esa expresión tan minina que pasa de la curiosidad a la desidia en 1,5 segundos y que viene a decir algo así como “¿para qué te molestas?”.






6-Recibir visitas sin interrupciones

Más que su clásica curiosidad, una visita, para un gato no miedoso o tímido, es como una oportunidad de oro para hacer gala de su lado más snob. Cada nuevo ser vivo que entra por la puerta será descaradamente observado, olisqueado, juzgado, bañado de pelos, y, con un poco de suerte, aprobado, marcado, amasado y obsequiado con el blanket treatment. Obviamente, el gato será especialmente insistente, petardo e inoportuno, si ante sus ojos se despliega una incómoda disputa, un debate interesante o un espectáculo romántico.




7-Reciclar inmediatamente una caja

Puedes gastarte un dineral en el juguete más sofisticado del mercado y comprobar con frustración como tu gato le dedica, aproximadamente, dos minutos, antes de ignorarlo para siempre. Sin embargo, la caja más cutre y viejuna de toda la casa, esa que utilizaste para hacer la mudanza en el 93 o traer patatas del mercado, ejerce sobre él/ella una extraña fascinación y se convertirá en su escondrijo/zona de juegos favorito durante días, semanas, o incluso, meses. Por algún motivo, el rollo claustrofóbico encaja en la psicología gatuna, así que cuanto más pequeña sea una caja y más comprimido se encuentre el michi, más entusiasmo le despertará. Por lo tanto, si una caja ha llegado a tu casa, no podrás deshacerte de ella cuando dejes de necesitarla: tendrás que esperar a que tu gato la jubile.




8-Dejar objetos rompibles “al alcance gatuno”

Por si no fuera suficiente con “suicidar objetos” y lograr eficazmente que su humano se despierte cada mañana, cualquier objeto es susceptible de despertar el interés gatuno, si a) el animalillo está aburrido; b) si se encuentra solo en casa; y 3) si el objeto es nuevo y, por lo tanto, fascinante hasta que se demuestre lo contrario. Al igual que con el punto 3, atentísimos testigos de todo lo que ocurre en el hogar, los gatos detectarán la preciada novedad en una velocidad ultrasónica y no descansarán hasta descubrir qué tipo de uso pueden hacer de ella: ¿rascador?¿pelota?¿sonajero?¿cama?¿presa? Lógicamente, hay una relación directamente proporcional, entre lo delicado que sea el objeto en cuestión y el grado de interés e inoportunidad que desplegará hacía el el/la minin@.




9-Vestir de negro impecable

Si tienes un gato, tendrás que renunciar a ciertos tejidos atrapa-pelos de color negro y oscuro a no ser que quieras ser apodado públicamente como “el/la Yeti”, pero podrás lucir un negro más o menos decente con tejidos más repelators. Si tienes dos o más gatos, sin embargo, te verás obligad@ a sacudir y limpiar cada prenda negra que quieras utilizar cada vez que salgas de casa, sea del tejido que sea, y su uso resultará muy desaconsejable en entrevistas de trabajo, salidas juerguiles y citas (especialmente si son las primeras). Si tus gatos son de pelo largo, bien sean, persas, de angora o de más exóticas razas, olvídate de la precaución inútil de guardar las prendas negras en bolsas precintadas directamente de la tienda y renuncia, por siempre jamás, a comprar cualquier prenda oscura, por el bien de tu imagen pública y de tu salud mental.




Aunque no convivas con gatos, ¿a qué has renunciado “con gusto” o a qué estarías dispuest@ a renunciar?

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mercredi 1 mai 2013

¿Todos los “E.Ts” son malos?




Una noche cualquiera, un desafortunado zapping me muestra una curiosa escena del programa Los misterios del universo (si, el presentado por Morgan Freeman).
En ella, un supuesto científico argumenta que cuanto más sofisticado es un cerebro, más cantidad de alimento requiere. Para demostrar esta afirmación, aparece teletransportado a un prado idílico donde están pastando unas ovejillas. En su opinión, alimentar el cerebro ovejil, requiere un plato de hierba diario, mientras que, por el contrario, alimentar un cerebro humano requeriría un sacazo.
A consecuencia de esto, los humanos, hemos recurrido a una estrategia “no bonita ni agradable” para que nuestros cerebros funcionen a pleno rendimiento: comer carne. A continuación, le sirven a la supuesta lumbrera la pierna de un cordero flotando en grasaca pegajosa, y él la degusta con avidez, mientras observa a las ovejas con un insoportable aire de superioridad y cochinil regodeo.
 
 
 
 
La deducción brillante no tarde en aparecer: si la vida extraterrestre inteligente existiera y su tecnológica fuera lo suficientemente desarrollada como para que llegaran a la tierra, debemos mentalizarnos de una más que terrorífica hipótesis: se trataría de depredadores con cerebros altamente necesitados de “canne”. Si nos visitaran, no sería “en son de paz”, sino que lo harían con el mismo espíritu que los conquistadores de hace unos cuantos siglos: con ansias de dominación y la intención de abastecerse de materiales que, posiblemente, ya no se encuentran en su planeta de origen. Probablemente, a ojos alienígenas, los seres humanos también serían, simplemente, recursos y trozos de carne .  
 
 
Desgraciadamente, el protagonista de este fragmento no es el único científico que está convencido del carnivorismo voraz de posibles especies alienígenas. Hace meses, también en Discovery Channel, emitieron un documental en el que Stephen Hawking argumentaba exactamente lo mismo (y que le ha valido numerosas críticas por parte de la comunidad científica). Y me pregunto yo, ¿de dónde viene esa convicción de que civilizaciones más avanzadas y sofisticadas tienen que ser, necesariamente, hostiles y depredadoras? ¿acaso más evolución equivale a más maldad y más afán de dominio? ¿a involución en lugar de evolución?
 
 
 
En mi opinión, atribuir rasgos y características humanas a los aliens, tanto si son positivas como negativas, es consecuencia de “el efecto Pandora” en que también cayó James Cameron con su Avatar. Y es que resulta, hasta cierto punto, lógico, pero, al mismo tiempo, da muestra de nuestras limitaciones y nuestra falta de imaginación. ¿Tan difícil es admitir que nadie, por muy genio que sea, tiene ni repajolera idea de cómo pueden ser nuestros vecinos?
 
 
 
Da la impresión de que existe un endiosamiento desproporcionado hacia los supuestos genios o las personas que poseen un coeficiente intelectual exorbitante (¿es que en pleno siglo XXI nadie ha oído hablar de las inteligencias múltiples?), especialmente si son científicos. Pero ser una lumbrera en un campo (o varios), ¿significa que se es un experto en toooodos los campos y que se puede hablar con autoridad de tooodos ellos? ¿no tendría más sentido que se aventuraran a hablar de comportamiento extraterrestre los biólogos, antropólogos, sociólogos, etólogos o, incluso, los más inspirados escritores de ciencia ficción? ;)
 
Y tras esta interesante pregunta, agotada de tantas ideas, me marcho a un campo cercano con mis amigas las ovejillas, a degustar mis dos arrobas de hierba diarias ;)
 
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