dimanche 17 avril 2011

Los modales en la mesa más curiosos del mundo




¿Vais a ir de vacances esta semana santa y teméis hacer el más espantoso de los ridículos en caso de que algún guapo/distinguido/interesante huésped os invite a comer? Don’t worry! Aquí os presento la guía de mesa de las costumbres mesiles más rarosas del mundo. Bon appétit! ;)


Afganistán


* Los invitados son tratados como a la realeza: se les sienta lo más lejos posible de la puerta, se les ofrece comida en primer lugar y, por deferencia, se espera que coman más que el resto.

* Si se te cae el pan mientras comes con un anfitrión afgano, cógelo, bésalo y tócalo con la frente antes de colocarlo en algún sitio que no sea el suelo again.


Chile



* Los platos se sirven por la izquierda y se retiran por la derecha. A los invitados, para ser originales, se les sirve en primer lugar.

* Mientras estés sentad@ a la mesa, no importa si te llama tu mejor amiga desde el paritorio o tu madre moribunda, ¡no seas descortés contestándo al teléfono!.

* Mastica siempre despacio y con la boca cerrada, no hagas ruido y no hables hasta que esté vacía (bueno, si me permitís el inciso, esto debería internacionalizarse,)

* Inhibe a tu Homer Simpson interno y come sólo una ración de cada plato... a menos que se te pida que repitas.


China


* Nunca apuntes los palillos hacia otra persona, no los uses como baqueta o para mover platos y boles y ni se te ocurra clavarlo verticalmente en un bol de arroz (¡este último gesto indica que la comida esta destinada a los muertos!).

* Para servir a un/a invitad@, usa el extremo romo de los palillos al pasar comida de un plato comunal al plato del guest.

* Cuando no se usen los palillos, se colocan sobre la mesa uno al lado del otro, niveladitos, sin que sobresalga un solo centímetro.

* Cuando se coge comida de una fuente comunal, se escoge la comida que está en la punta y a la distancia más cercana de tu plato. Prohibidísimo picotear de aquí y de allá en busca de “tropezones ricos-ricos”.


India


* Lávate siempre las manos antes y después de comer

* Normalmente, come con la mano derecha y usa la izquierda para pasar platos comunales.

* Acábate todito todo lo que te pongan en el plato (¿incluso si te invitan al banquete real de Indiana Jones y el templo maldito?). :S

* No abandones la mesa hasta que tod@s los invitad@s hayan acabado de comer o tu huésped te pida que le ayudes.


Tanzania


* No muestres las plantas de tus pies si estás comiendo en una alfombra o moqueta.

* Aparecer temprano a una cena es considerado de mala educación: intenta llegar entre 15 y 30 minutos más tarde (¿y esta costumbre no podría exportarse, ein?).




Japón


* Antes de comenzar a comer, espera a que tu anfitrión insista 3 veces que ya es hora de hincar el diente.

* La persona más joven de la mesa tiene que servir alcohol al resto, comenzando, of course, por el invitado más maduro, mientras que correspondería precisamente al más anciano servir a su vez al joven (o pringadillo).

* Nunca jamás pases comida de tus palillos a los palillos de otra persona. Cuando las mujeres toman algo de una fuente comunal y se lo llevan directamente a la boca, deben poner la otra mano en forma de cuenco bajo la comida, mientras que para ellos no es obligatorio (si a un hombre se le cae un poco de yakisoba o fideos japoneses fritos sobre el mantel de la abuelita Ayako, no importa. Relax, boys! Ser un torpón o un cerdo es políticamente correcto).

* Frotar los palillos o quitarles fragmentos de comida es una falta de respeto tanto para un anfitrión como para un restaurante.

* Cuando se comen noodles calientes, hay que sorberlos ruidosamente. No importa lo molesto y asqueroso que resulte el ritual a ojos no orientales, los japoneses creen que esta inhalación realza el sabor de los noodles y no hay más que hablar.

* Las raciones de sushi se han de intentar comer de un sólo bocado incluso si son del tamaño de Godzilla. Si no queda mas remedio que darles más mordiscos, NEVER las coloques de nuevo en el plato entre bocado y bocado.


Pakistan


* Antes de cada comida, los musulmanes pakistaníes siempre recitan la frase “Bismillah Ar-Rahman al-Rahim.” (En nombre de Alá, el misericordioso y compasivo”). Y a continuación añaden “Al-Hamdu-lillah.” (¡Gracias a Dios!). Así que, dónde fueres, haz lo que vieres ;)

* No se empieza a comer hasta que el comensal más mayor esté sentado en la mesa.

* Mastica de tal manera que nadie más pueda oírte (¿y qué hacer cuando hay ensaladas, cereales y frutos secos?).

* Parte siempre el pan en trozos antes de comértelo, y usa sólo tu mano derecha.


Filipinas


* Espera la invitación de tu huésped antes de entrar en un comedor, sentarte en una mesa o servirte comida.

* Nunca jamás rechaces la comida que te ofrezca el anfitrión y deja tu plato limpio cual patena (¿argumentar que ciertos alimentos están prohibidos en tu religión no colaría?).

* Cuando acabes de comer, coloca tu cuchara y tenedor uno al lado del otro y boca arriba.

* Ayuda siempre a tu huésped a recoger la mesa.


Rusia


* Nunca, bajo ninguna circunstancia, mires el plato de otro comensal (Paranoid City! Y yo que creía que en Japón eran un poquito particulares... ).

* Es de buena educación dejar restos de comida en el plato, ya que se considera un tributo a la generosidad del anfitrión.

* Esfuérzate por cultivar una atmósfera relajada y distendida mientras comes (no se menciona si el vodka es un instrumento imprescindible para realizar satisfactoriamente este punto).

* Cuando abandones la mesa, felicita siempre al chef por muy “Anton Ego” que seas ;)



¿Qué me decís?¿en cuál de estos países os resultaría más difícil ser un/a buen comensal? ;)

mardi 12 avril 2011

Yo de mayor quiero ser Paris... Hilton



El artículo de ayer intentaba trazar un paralelismo entre lo que yo me encontraba en la tele cuando salía de clase en mi adolescencia y lo que se encuentran los chavales en la actualidad. Estaba equivocada cuando aseguraba que nada había cambiado. En algunos aspectos, hemos cambiado a peor. Pero aunque no se comparta mi punto de vista, resulta absurdo negar que nuestra sociedad se está hipersexualizando a marchas forzadas. Yo admito que me preocupa el efecto que todo eso puede tener en los más vulnerables e influenciables: los jóvenes.

Investigando he descubierto que amplios estudios sobre la mujer y su sexualidad han revelado que ellas todavía no construyen su autoimagen como sujetos sino como objetos, en eso no ha habido cambios en el tiempo. Pero si se hiciera una encuesta femenina y preguntáramos el ideal de mujer sexy, veríamos que ese concepto no tiene que ver con ellas mismas sino con satisfacer a otros. Hay niñas de cinco y seis años que ya están construyendo su autoimagen en relación al impacto que causan en otros y eso tendrá consecuencias cuando ellas inicien su vida sexual.

Las fuentes de sexualización actual provienen prácticamente de todas partes, especialmente de todos los medios de comunicación: televisión, vídeoclips, letras de las canciones, películas, series, revistas, publicidad, deporte, vídeojuegos, internet, personajes de moda, etc. Pero también de los padres, la escuela, los amigos, la moda o los juguetes. Todos sexualizan a la mujer, principal género objetivo, aunque los niños tampoco se libran. ¿Exageración? ¿Qué mensaje es el que cala en un cerebro esponjil cuando enciende la televisión o abre una revista:

- Para ser socialmente valioso y aceptado, si eres mujer, ante todo, hay que estar muy buena
- El aspecto físico de las mujeres tiene más peso e importancia que el de los hombres en todos los ámbitos de su vida
- La esencia de lo sexy está en el cuerpo
- La autoestima depende en gran parte de lo mucho o poco que gustes físicamente a los demás
- Está bien que se comercie laboralmente con la sexualidad de las mujeres para conseguir un objetivo
- Las mujeres pueden ser objetivizadas y expuestas para disfrute de los varones
- Tener un buen físico es tan o más importante que la formación académica o las cualidades personales.

La salud mental (trastornos alimentarios, de personalidad, de autoimagen, ansiedad y depresión, etc.) y física, el desarrollo de una sexualidad sana, y las actitudes y creencias sobre la feminidad y el sexo, acaban convergiendo en que el valor de una mujer está vinculado a su atractivo físico. Pensar sobre el propio cuerpo y compararse continuamente con los ideales sexuales culturalmente establecidos disminuye el rendimiento intelectual y distorsiona claramente las motivaciones y los procesos emocionales.

El efecto dañino de la sexualización en la mujer joven se prolonga en la etapa adulta y se extiende a los chicos, a los hombres adultos y a toda la sociedad. El hombre puede creer que sólo es una buena pareja aquella que cumple con los estereotipos sexuales “aceptados”. La mujer adulta puede pasarse la vida intentando parecer siempre joven y sufriendo por ello. Y en las sociedades sexualizadas aumenta el sexismo, disminuye el interés de las mujeres por profesiones científicas, de ingeniería o tecnología y aumentan las conductas de violencia sexual y la demanda de pornografía infantil.

Las alarmas y recomendaciones del informe comentado al inicio provienen de expertos sin intención moralista, religiosa o feminista. No comportan retroceder en la libertad sexual ni en su información, sino todo lo contrario, tratan de insistir en aquello que es fuente de seguros problemas. Además esa “sexualización precoz” no facilita el disfrutar del sexo posteriormente de manera sana y libre. Querer ser muy sexy no va asociado con una buena práctica sexual ni con una libertad para ejercerla sanamente y con madurez. Hay estrategias para minimizar la influencia de los medios sobre la sexualidad insana pero la sociedad debe querer imponerlas y proponerse abandonar ganar dinero a través de ellas. ¿Quiere?


P.S. Este article es un tutti frutti entre ideas mías y otras de psicólogos y sociólogos que he ido recogiendo por ahí, asi que no es 100% de mi cosecha.

dimanche 10 avril 2011

Las hijas de las mamachicho




Cuando salía del colegio, solía merendar en casa de alguna amiga que ya hubiera entrado en la “nueva era televisiva”. Y a pesar del atractivo de la novedad y de la frustración constante de ser la única que aún no podía disfrutar de los, por entonces, canales de moda, había detalles en Tele5, por ejemplo, que, a pesar de mi tierna edad, me indignaban sobremanera. No entendía cómo era posible que un grupo de tías buenorras dominasen más diestramente el don de la ubicuidad que el mismísimo coche fantástico. Para mi eran como ese inoportuno xirimiri que aparecía cuando tenía planeado ir a algún sitio o, simplemente, no llevaba paraguas. De hecho, lograban que hasta Emilio Aragón, el otrora rey televisivo del humor blanco, quedara reducido a todo un Benny Hill estandar. Y entre el mareo constante de las cacao maravillao y las inefables mamachicho, no dejaba de pensar “¿acaso en ese canal tienen una opinión tan pobre de la capacidad de atención del público masculino como para tener que “endomingar” toda su programación?”.

Algo más de veinte años después, una tarde, mientras hacía tiempo entre clase y clase, se me ocurrió encender la televisión, para descubrir, con mi estoicidad de opsímata (o de persona que llega tarde a las cosas) un universo paralelo de programas “para jóvenes”, plagados de tipos feúchos supuestamente graciosos y de macizorras supuestamente descaradas ofreciendo su particular versión de la actualidad. Y me asaltó el mismo “no entender” que en la época del berlusconismo más descarado. ¿A que viene tanta asimetría de roles?. Si según su lógica los chicos florero no son necesarios, ¿las "chicas normalitas" con talento no existen? ¿por qué ellos van tan de andar por casa y ellas tan encorsetadas que cuando se sientan tienes “angustia ajena” de que se les vea hasta el píloro?¿qué necesidad tiene la rubia exuberante a la izquierda de Florentino, esa que estaría estupenda hasta con un saco de patatas, de llevar día si y día también escotazos a lo choni? o ¿por qué Patricia Conde siente alergia a los pantalones largos todos los días del año?.

Y es que, mal que nos pese, dos décadas después, las cosas no han cambiado tanto, después de todo. Nunca se puede saber con seguridad si, principalmente, el espectador se traga lo que le echan o si, por otra parte, tiene algún tipo de influencia sobre el menú. Fiándome de un curso de ética periodística al que acudí años ha, afirmaría que es más bien lo primero. ¿Estaremos curados de espanto hasta el punto de perder nuestra, cada vez más escasa, capacidad crítica?. ¿A qué planta del infierno irán destinados los programadores televisivos, según la lógica de Desmontando a Harry by Woody Allen?.


P.S. Me he estrujado el cerebro, he echado mano de mis conocimientos de psicología, he consultado con sociólogos, estadísticos y pitonisas, pero sigo sin comprender el éxito de Tonterías las justas (o, mejor dicho, no lo quiero entender... ).

dimanche 3 avril 2011

No es país para príncipes




Confieso públicamente que no conozco a mis vecinos. Grandes capos de la mafia de diferentes nacionalidades podrían trapichear a sus anchas en el edificio y yo no me daría ni cuenta. Supongo que esto se debe en parte a que me salto a diario los breves momentos de forzada interacción, ya que, a menos que la compra me acompañe, suelo subir y bajar las escaleras. En una de esas escasas ocasiones, coincidí en el ascensor con el vecino de al lado. Temía un incómodo silencio o una charla insustancial sobre el tiempo, pero para mi sorpresa, comenzó a hablarme de las quejas de la comunidad hacía otro vecino por los ruidos excesivos que estaban generando las obras de su casa. Según Mr B (la letra de su puerta es lo único que sé de él), este hombre estaba siendo injustamente acusado, y añadió que si él estuviera en su lugar, gritaría a los 4 vientos que en su casa podía hacer lo que le diera la gana, bien fuera usar el taladro o tocar la trompeta, sin importar si eran las 4 de la tarde o de la mañana.

Tristemente, lo de este anti-Flanders no es un caso aislado. El club “hago lo que quiero sin tener en cuenta las consecuencias mientras me dejen” tiene muchos adeptos en todos los estratos económicos y sociales. A mi este yoyismo desproporcionado se me asemeja a esa mentalidad megalómana que tenía la realeza en la edad media. Pongamos el ejemplo extremo de un príncipe malcriado que se pasea a diario con la confianza de que todo lo que entra dentro de los confines del reino de papá es suyo. Mientras el monarca se lo permita, puede sablear a los campesinos, aprovecharse de las mujeres, quemar unas cuantas casas como quien toma el te o azotar al pintor de la corte por dejarle poco favorecido en un cuadro. ¿Pero que pasa si un día el reino entero se amotina y deciden que todos merecen tener exactamente los mismos derechos y privilegios que un príncipe?

Básicamente, solo hay dos opciones posibles. Del canibalismo de la primera ya vemos suficiente en la calle, los periódicos, los telediarios, los libros de historia, y novelas como La Carretera, de Cormac McCarthy. La segunda, pasa por un cambio de valores, asumir que la única forma de convivir entre príncipes es que nadie lo sea. Pero, como sociedad, aún no estamos reeducados, por eso protestamos cada vez que vemos mermados o amenazados nuestros “derechos reales” sin tener en cuenta, en muchas ocasiones, las consecuencias del L’Oreal thinking o “porque yo lo valgo”.

Esta rancia visión del mundo no se ha puesto en evidencia sólo en los grandes cambios sociales, económicos o culturales que hemos vivido, como, por ejemplo, el derrocamiento de los grandes tiranos, la creación de sindicatos o el derecho de las mujeres al voto. Siempre ha habido príncipes, como Mr B, que protestaron al descubrir que tenían que mantener ciertas normas cívicas de convivencia, cuando les indicaron cómo conducir o tirar la basura, y, más recientemente, mediante la prohibición de la ley anti-tabaco.

Estamos en la era del destronamiento, ladies & gentlemen. La población principesca aumenta y las tierras y recursos a nuestra disposición son cada vez más escasos. Reeducar pasa por poner límites o eliminar conductas y, como adultos malcriados de la generación del derroche, debemos ajustarnos a ellos, reaprender que, en realidad, no podemos abusar y/o despreciar lo que no nos pertenece porque el impacto de lo que hacemos (o no hacemos) no nos afecta(rá) solo a nosotros. Esto puede hacerse a las buenas, mediante un cambio de chip (o una hábil Super Nanny) o a las malas, vía multas económicas, prohibiciones, penas de cárcel y demás. ¿Estaremos preparados para los ajustes que nos esperan? ¿cómo reaccionaremos como sociedad dentro de unos años, si nos limitan, por ejemplo, la cantidad de carne que debemos consumir o la cantidad de hijos que podemos tener?

¿Qué me dices de ti? ¿eres "príncesa/príncipe" o “ahorrador”? ;)

Para saber más: El futuro de la humanidad lo decidimos hoy El artículo tiene unos añitos, pero las cuestiones que plantea son tristemente actuales.


Pasen por la encuesta, s’il vous plaît!
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