dimanche 9 janvier 2011

¿Y si viviéramos para siempre?




“La muerte es la única certeza que tenemos” aseguraban los existencialistas. Para otros, "su inevitabilidad, es lo único que da sentido a la vida". Pero todos, pensadores y no tan pensadores, nos pasamos nuestra existencia tratando de aceptarla (y postergarla), sin éxito en la mayoría de los casos. Pero, ¿y si la gran certeza tuviera los años (bueno, más bien los siglos) contados?¿y si el futuro de nuestra especie pasara por la inmortalidad?

Expertos en medicina, biología y gerontología aseguran que no sólo es posible, sino que resultará inevitable. Ya no es sólo material de ciencia ficción pretender que la raza humana evolucione a la transhumanidad y posthumanidad. La ciencia cognitiva, biotecnología y nanotecnología avanzarán de tal modo, que, progresivamente, tomaremos las riendas de nuestra propia evolución, hasta que, en última instancia, nos veamos libres de todas las limitaciones de nuestro cuerpo.

Durante todo ese proceso de la trans a la posthumanidad, cuando nuestros cuerpos aún sean mortales, recurriremos a una especie de transferencia mental (proceso de codificación de una mente real para su posterior transvase a otro sustrato) de tal forma que lo único que perdamos para siempre sean nuestros cuerpos.
En esta hipotética etapa, sólo se podría morir en un accidente o por culpa de algún tipo de enfermedad incurable. Las muertes naturales serán cosa del pasado.
Pero una población en la que sólo hay incrementos y apenas descensos tampoco es viable. El precio que tendremos que pagar por nuestra inmortalidad, será una limitación considerable del número de nacimientos.

Puede que, a ojos de esos transhumanos, tal vez seamos tan primitivos y simples como a nosotros nos resultan hoy día nuestros primos prehistóricos. Ellos no entenderán, por ejemplo, por qué no guardamos en nuestro cerebro inmediatamente la información que recibimos (en lugar de retener sólo una pequeña parte de forma “natural”); cómo nos cuesta tanto aprender una nueva habilidad o un idioma (el Matrix Learning nos espera... o casi); ni por qué la humanidad acepta mansamente su mortalidad, en lugar de afanarse en postergar sus días.

Pero, ¿tendrá el mismo sentido y valor la vida cuando no exista miedo a perderla?. Si nuestra existencia se alarga indefinidamente, ¿sabremos aprovecharla?¿nos convertiremos en eternos adolescentes o más bien en los sabios elfos de Rivendel?.
Si pulsamos la tecla ff durante un rato en nuestra imaginación, resulta muy difícil identificarse con unos seres que no duermen, ni comen, ni se cansan, ni sienten frío o dolor. Esos more-than-humans, ¿estarán realmente más humanizados? ¿heredarán lo mejor de nuestra especie?.

Obviamente, nuestro intelecto mejorará, ¿pero que pasará con el instinto, la emoción y el alma? ¿se extinguirán o evolucionarán hacia extremos que no podemos ni imaginarnos?.
Si la empatía y la compasión son lo que nos hace realmente humanos, ¿serán hipercompasivos e hiperempáticos nuestros primos del futuro o surgirán otras ”emociones” y valores?.
Y, siguiendo con las grandes preguntas, ¿existirán el amor y el arte en el futuro? ¿conviviremos armónicamente con el resto de las especies? ¿serán Eva y Wall·E los padres de la posthumanidad?.



“La muerte (o su alusión) hace preciosos y patéticos a los hombres. Éstos se conmueven por su condición de fantasmas; cada acto que ejecutan puede ser el último; no hay rostro que no esté por desdibujarse como el rostro de un sueño. Todo, entre los mortales, tiene el valor de lo irrecuperable y de lo azaroso. Entre los Inmortales, en cambio, cada acto (y cada pensamiento) es el eco de otros que en el pasado lo antecedieron, sin principio visible, o el fiel presagio de otros que en el futuro lo repetirán hasta el vértigo. No hay cosa que no esté como perdida entre infatigables espejos. Nada puede ocurrir una sola vez, nada es preciosamente precario. Lo elegíaco, lo grave, lo ceremonial, no rigen para los Inmortales. Homero y yo nos separamos en las puertas del Tánger; creo que no nos dijimos adiós."

Extracto de El inmortal, primer cuento de El Aleph de Borges.


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