Cuando una tarde leí un titular de un periódico que aseguraba que “está demostrado que, a nivel mundial, han descendido las tasas de violencia y han aumentado las de altruismo”, casi rompo la tostada que tenía en la mano de la impresión. De hecho, incluso tuve que comprobar de nuevo el nombre del autor del artículo. Sorprendentemente, no me equivocaba, era Eduard Punset.
La primera parte de esta afirmación, me generó cierta desconfianza, pero la segunda me pareció totally science fiction. ¿Realmente somos más altruistas que nuestros padres? Y si es así, ¿por qué no soy capaz de encontrar ejemplos en mi microcosmos? ¿dónde se esconden estos buenos samaritanos?
Mi shock se debía, en gran parte, al hecho de que necesitaba creer que el ser humano era cada vez mas solidario, con la misma urgente desesperación con la que un niño se traga una mentira piadosa. Desde que soy animalista y activista, he ido perdiendo progresivamente la fe en la humanidad. Bendita CAUsalidad. Esta bofetada a mi creciente misantropía, había llegado en el momento en el que más la necesitaba.
Todos hemos crecido con el machacón bombardeo de que "el hombre es un lobo para el hombre". Pero, ¿y si nuestra sociedad alimentara la creencia de la maldad y el egoísmo innatos del hombre con el mismo fin con el que insiste en que sólo podemos ser felices cuando algo externo nos completa? ¿a quién o qué beneficia que seamos pesimistas, apáticos y pasivos y que estemos siempre insatisfechos?
Contraatacando en el club de los optimistas, el filosofo David Hume escribió sobre “la benevolencia natural” en el ser humano, mientras que Charles Darwin atribuyó a nuestra especie un “instinto de simpatía”. Las voces opuestas, sin embargo, siempre han sido más ruidosas. Thomas Hobbes se hizo famoso por eliminar cualquier atisbo de bondad humana básica y las ciencias sociales y, especialmente la psicología, le han dado la razón aferrándose a “pulsiones agresivas innatas” (Freud) y a la creencia de que “básicamente somos depredadores” (Konrad Lorenz).
In this day and age, es difícil no toparse diariamente con algún motivo que nos impulse al suicidio (si a alguno de los presentes se le ocurre una época más fóbica, desorientada, narcisista y egocéntrica que este beginning del siglo XXI, le ruego que justifique su respuesta) y la teoría del gen egoísta parece confirmar nuestro “capullismo innato”. ¿De dónde surge esta tendencia creciente al altruismo entonces? ¿es sólo una respuesta colectiva compensatoria, algo que podría explicarse aludiendo a la teoría de las polaridades (cuanto más se fuerza un comportamiento, más se intensifica el opuesto)? Pero, ¿y si no se tratara sólo eso? ¿y si desde siempre hubiéramos tenido potencial para ser altruistas como grupo y lo hubiéramos "desaprovechado"?
Hoy día los científicos parecen ponerse de acuerdo en que en nuestra neurofisiología no hay nada que nos impulse a actuar con violencia. De hecho, la mayoría de los investigadores de este campo tienen la impresión de que poseemos potencial para desarrollarnos como personas bondadosas o agresivas, y que prevalezca uno u otro impulso depende en buena medida de nuestra formación.
Matthieu Ricard, el hombre que aparcó su brillante carrera como científico para ser monje budista (o “el hombre mas feliz del mundo”, como se le conoce popularmente), asegura que siempre ha habido casos de solidaridad que desafiaban la lógica del (maldito) gen egoísta. Durante la segunda guerra mundial, cientos, posiblemente miles de familias, escondieron en sus casas a refugiados judíos. ¿Qué les llevó a actuar de ese modo? ¿Por qué arriesgar su vida y la vida de los suyos por personas con las que en algunos casos no les unía ningún tipo de vinculo ni parentesco? Al preguntárseles a muchos de estos huéspedes solidarios años después, su respuesta solía ser el contundente y desarmante “teníamos que hacerlo”.
Linda Wilson, por otra parte, afirma que el altruismo puede formar parte de nuestro instinto básico de supervivencia. Al examinar más de cien grandes desastres naturales, esta doctora encontró una fuerte tendencia altruista entre las víctimas, lo que parecía formar parte del proceso de recuperación. Apparently, el apoyo mutuo tiende a evitar problemas psicológicos derivados de situaciones traumáticas. Por lo tanto, la tendencia a establecer estrechos vínculos con los demás, actuando en favor del bienestar colectivo, puede estar profundamente enraizada en la naturaleza humana.
La primera parte de esta afirmación, me generó cierta desconfianza, pero la segunda me pareció totally science fiction. ¿Realmente somos más altruistas que nuestros padres? Y si es así, ¿por qué no soy capaz de encontrar ejemplos en mi microcosmos? ¿dónde se esconden estos buenos samaritanos?
Mi shock se debía, en gran parte, al hecho de que necesitaba creer que el ser humano era cada vez mas solidario, con la misma urgente desesperación con la que un niño se traga una mentira piadosa. Desde que soy animalista y activista, he ido perdiendo progresivamente la fe en la humanidad. Bendita CAUsalidad. Esta bofetada a mi creciente misantropía, había llegado en el momento en el que más la necesitaba.
Todos hemos crecido con el machacón bombardeo de que "el hombre es un lobo para el hombre". Pero, ¿y si nuestra sociedad alimentara la creencia de la maldad y el egoísmo innatos del hombre con el mismo fin con el que insiste en que sólo podemos ser felices cuando algo externo nos completa? ¿a quién o qué beneficia que seamos pesimistas, apáticos y pasivos y que estemos siempre insatisfechos?
Contraatacando en el club de los optimistas, el filosofo David Hume escribió sobre “la benevolencia natural” en el ser humano, mientras que Charles Darwin atribuyó a nuestra especie un “instinto de simpatía”. Las voces opuestas, sin embargo, siempre han sido más ruidosas. Thomas Hobbes se hizo famoso por eliminar cualquier atisbo de bondad humana básica y las ciencias sociales y, especialmente la psicología, le han dado la razón aferrándose a “pulsiones agresivas innatas” (Freud) y a la creencia de que “básicamente somos depredadores” (Konrad Lorenz).
In this day and age, es difícil no toparse diariamente con algún motivo que nos impulse al suicidio (si a alguno de los presentes se le ocurre una época más fóbica, desorientada, narcisista y egocéntrica que este beginning del siglo XXI, le ruego que justifique su respuesta) y la teoría del gen egoísta parece confirmar nuestro “capullismo innato”. ¿De dónde surge esta tendencia creciente al altruismo entonces? ¿es sólo una respuesta colectiva compensatoria, algo que podría explicarse aludiendo a la teoría de las polaridades (cuanto más se fuerza un comportamiento, más se intensifica el opuesto)? Pero, ¿y si no se tratara sólo eso? ¿y si desde siempre hubiéramos tenido potencial para ser altruistas como grupo y lo hubiéramos "desaprovechado"?
Hoy día los científicos parecen ponerse de acuerdo en que en nuestra neurofisiología no hay nada que nos impulse a actuar con violencia. De hecho, la mayoría de los investigadores de este campo tienen la impresión de que poseemos potencial para desarrollarnos como personas bondadosas o agresivas, y que prevalezca uno u otro impulso depende en buena medida de nuestra formación.
Matthieu Ricard, el hombre que aparcó su brillante carrera como científico para ser monje budista (o “el hombre mas feliz del mundo”, como se le conoce popularmente), asegura que siempre ha habido casos de solidaridad que desafiaban la lógica del (maldito) gen egoísta. Durante la segunda guerra mundial, cientos, posiblemente miles de familias, escondieron en sus casas a refugiados judíos. ¿Qué les llevó a actuar de ese modo? ¿Por qué arriesgar su vida y la vida de los suyos por personas con las que en algunos casos no les unía ningún tipo de vinculo ni parentesco? Al preguntárseles a muchos de estos huéspedes solidarios años después, su respuesta solía ser el contundente y desarmante “teníamos que hacerlo”.
Linda Wilson, por otra parte, afirma que el altruismo puede formar parte de nuestro instinto básico de supervivencia. Al examinar más de cien grandes desastres naturales, esta doctora encontró una fuerte tendencia altruista entre las víctimas, lo que parecía formar parte del proceso de recuperación. Apparently, el apoyo mutuo tiende a evitar problemas psicológicos derivados de situaciones traumáticas. Por lo tanto, la tendencia a establecer estrechos vínculos con los demás, actuando en favor del bienestar colectivo, puede estar profundamente enraizada en la naturaleza humana.
Así que, llegada a este punto, OK, acepto la posibilidad del "gen altruista", pero sigo sin tener claro qué la ha disparado nowadays. ¿Será el resultado natural de nuestra evolución como especie?.
En un alarde de nula originalidad, se me ocurre recurrir, once again, a la maravillosa y powerful Pirámide de Maslow . ¿Será posible que, a pesar del omnipresente materialismo, el tiránico culto al body (y a la juventud), la falta de valores y castañadas como la logse, estemos mejor “nutridos” que nuestros antepasados?. Tal vez, el mayor acceso a la cultura y la información, sumado a el hecho de tener más necesidades cubiertas de los estadios inferiores, nos lleve inevitablemente al altruismo como ruta imprescindible hacia nuestra autorrealización. Who knows.
What I really know, es que cambiar mi chip de “naturaleza humana egoísta a compasiva”, puede transformar mi forma de ver e interrelacionar con el mundo, proporcionándome la anheladísima esperanza que he perdido en estos momentos. Con este artículo acabo de enviar un "boomerang" al mundo. Tal vez si entre todos hiciéramos un reajuste, podríamos contribuir a que ese círculo de expansión de la compasión, creciera y se extendiera.
“Comparar el cerebro con un músculo, es un poco simplista, pero sí, se puede entrenar. Se entrena con cualquier cosa que practiques, como aprender un instrumento musical, o como un pájaro aprende una nueva canción, o los taxistas de Londres memorizan miles de calles. Su cerebro cambia en ciertas áreas. Así que lo que practiques cambia tu cerebro. Puedes entrenarte en las calles de Londres o en tocar el piano, o te puedes entrenar a ser más resistente, tener más compasión, más altruismo y atención. De alguna manera, no tiene nada de malo tocar el piano, pero no es un gran trauma si no lo haces. Pero si no tienes altruismo, fuerza interior, paz interior, atención, entonces si puede haber un problema. Se hace más difícil la vida para ti y para los demás”. Matthieu Ricard
What I really know, es que cambiar mi chip de “naturaleza humana egoísta a compasiva”, puede transformar mi forma de ver e interrelacionar con el mundo, proporcionándome la anheladísima esperanza que he perdido en estos momentos. Con este artículo acabo de enviar un "boomerang" al mundo. Tal vez si entre todos hiciéramos un reajuste, podríamos contribuir a que ese círculo de expansión de la compasión, creciera y se extendiera.
“Comparar el cerebro con un músculo, es un poco simplista, pero sí, se puede entrenar. Se entrena con cualquier cosa que practiques, como aprender un instrumento musical, o como un pájaro aprende una nueva canción, o los taxistas de Londres memorizan miles de calles. Su cerebro cambia en ciertas áreas. Así que lo que practiques cambia tu cerebro. Puedes entrenarte en las calles de Londres o en tocar el piano, o te puedes entrenar a ser más resistente, tener más compasión, más altruismo y atención. De alguna manera, no tiene nada de malo tocar el piano, pero no es un gran trauma si no lo haces. Pero si no tienes altruismo, fuerza interior, paz interior, atención, entonces si puede haber un problema. Se hace más difícil la vida para ti y para los demás”. Matthieu Ricard
P.S. La t-shirt de la foto, es el resultado del amor y com/pasión por los animales de una de las personitas que me ayudan diariamente a creer en el cambio. El 15% de sus beneficios, van destinados a la ayuda contra la masacre de los maltratadísimos galgos. ¿No es una idea genial? More information here http://camisetas-marciana.blogspot.com/
P.S.2. Obviously, este artículo responde a la pregunta de la encuesta de la semana pasada ;)